Índice de Psicología del socialista-anarquista por A. HamonCapítulo IX: Del espíritu de proselitismoCapítulo XI: Del carácter del socialista-anarquistaBiblioteca Virtual Antorcha

CAPÍTULO X

Del estado mental específico de los socialistas-anarquistas

Ya lo sé, la verdad hace sufrir;
Ver, acaso sea morir,
Pero no importa, ojo mío, mira.

Guyau.

Hemos llegado al término de nuestro análisis psicológico. De las numerosas respuestas (1) que obtuvimos no se desprende ningún otro carácter. El anarquista posee, por lo tanto, una constitución mental que le es particular y que es un agregado de caracteres psíquicos. Como hemos visto por medio de la observación y racionalmente, estos caracteres son: Espíritu de rebeldía, Amor a la libertad, al Yo, a los demás, sensibilidad, sentimiento de justicia, curiosidad de conocer, sentido de la lógica y espíritu de proselitismo.

Cada uno de estos caracteres, aislado, no es de ningún modo específico del estado esencial de los socialistas-anarquistas. Cada uno de ellos se halla en las mentalidades de individuos que de ningún modo son socialistas-anarquistas. Por ejemplo: la tendencia a la rebeldía pertenece a todos los revolucionarios, y se puede ser revolucionario sin tener el ideal social de los Carpenter, Merlino, Bruno Wille, Grave, Mella, etc. Esta tendencia se encuentra en los socialistas autoritarios, en los imperialistas, en los realistas de Francia, en los liberales rusos, en los republicanos de España y en los radicales ingleses. La tendencia es progresiva en unos, regresiva en otros, pero esto importa poco al caso, bastando saber que la tendencia a la rebeldía existe en estos individuos.

El espíritu de examen y de crítica -derivados morfológicos de la tendencia a la rebeldía- se manifiesta asimismo en la mayor parte de los hombres que se consagran al culto de las ciencias, de la literatura y de las artes.

El espíritu de innovación -otro derivado morfológico- el filoneismo, existe en todos los cerebros de los socialistas autoritarios, de los inventores, de los descubridores de toda clase, de los artistas, de los literatos originales.

El amor a la libertad y al yo se encuentra en todos los artistas que, a menudo, son ardientes individualistas y que quieren la libertad para... ellos. El liberal se afirma amante de la libertad, pero sólo la quiere para él y para algunos pocos, no para todos. El rico, noble o burgués conservador, tiene su intenso amor a su yo. Sólo sueña con la satisfacción de sus apetitos, apetitos a veces vulgares, cuando no bajos, por usar de calificativos habituales y sin que esto acarree sobre dichos individuos un estigma cualquiera.

El altruismo existe en la mentalidad de los socialistas autoritarios y de los filántropos.

La curiosidad de conocer se halla en todos los hombres de ciencia. El espíritu de proselitismo está en la mentalidad de los católicos sinceros y convencidos, de los adeptos de las múltiples sectas de Inglaterra y de Escocia, de los socialistas-autoritarios.

Cada uno de estos caracteres psíquicos que hemos determinado por los métodos positivo y racional, pertenece a individuos que no son socialistas-anarquistas bajo ningún concepto. Pero el conjunto de estos caracteres mentales es constitutivo del estado esencial de los socialistas-anarquistas.

Para ser socialista-anarquista no basta titularse tal o gritar: ¡Viva la anarquía!

Este grito o el calificativo de anarquista que algunos se arrogan, son solamente el indicio de una rebeldía, de una protesta contra el estado social. El ladrón que los magistrados acaban de condenar, el miserable que la policía detiene brutalmente, también pueden vociferar: ¡viva la anarquía! Esto no significa de ningún modo que sean anarquistas, en realidad no lo son. Su grito -por el mero hecho de haber sido proferido- no permite clasificarles entre los socialistas-anarquistas.

Para ser socialista-anarquista es necesario ser adepto, en sus líneas generales, en sus principales puntos, de las teorías que han predicado los Eliseo Reclus, Kropotkin, Malatesta, Malato, Guyau, Parsons, Most, Spies, James, Merlino, Faure, R. Mella, etc. El que no tiene con estos teóricos un mismo ideal social y moral -abstracción hecha de los detalles- no puede en justicia llamarse anarquista.

Únicamente los adeptos de estas teorías son anarquistas y solamente éstos poseen el estado de alma que hemos determinado. En su mentalidad poseen todos estos caracteres psíquicos y su agregado constituye la mentalidad filosófica especial a estos adeptos, diferenciándolos de todos los demás sectarios de otras doctrinas.

Aquellos cuyo estado esencial más se acerca al específico de los socialistas-anarquistas, son los socialistas-autoritarios, estadistas o socialistas-demócratas; pero la mentalidad socialista-anarquista se diferencia de la suya porque el amor a la libertad forma parte integrante de ella, mientras que en los socialistas-autoritarios no se encuentra.

El estado psíquico de este modo determinado da el tipo del socialista-anarquista. Conviene repetir que este tipo mental es ideal, como lo son todos los tipos que nos dan los naturalistas. No corresponde exactamente a ningún socialista-anarquista en particular, pero corresponde exactamente a todos los socialistas-anarquistas en general.

Cada socialista-anarquista participa de este tipo ideal medio, es decir, que cada individuo que profesa las doctrinas de los Bakunin, Grave, etc., tiene las tendencias constitutivas de este tipo. Estas tendencias están en grados diferentes de desarrollo en cada anarquista. Según sean las demás tendencias psíquicas particulares de los individuos sufren deformaciones. Unas, casi se atrofian; otras se hipertrofian. Las influencias hereditarias, nacionales, profesionales, obran sobre estas tendencias atenuando unas y exacerbando otras. Siempre, no obstante, se encuentran en el socialista-anarquista todas las características mentales que hemos determinado. Las diferenciaciones que existen entre los individuos adeptos de esta doctrina, son puramente de grado, jamás de naturaleza.

Las cualidades mentales varían de intensidad según la nación, la profesión, el individuo. En unos predomina el altruismo, en otros, el individualismo. Algunos son, sobre todo, libertarios, mientras que otros son principalmente rebeldes. Cada carácter influye sobre los vecinos y los deforma más o menos.

La pasión -fruto de la sensibilidad- obra sobre el altruismo y la trueca en odio en algunos individuos.

Por esto, E. D. H. 25, poeta y profesor, sólo habla de odio: Esto no me inspiró aún el odio... al fin he llegado a odiar a todos los obreros del crimen... me faltaba el compañerismo que mantiene latente el odio... he sufrido, pero con el consuelo de que me vengaré y vengaré a mis hermanos... sólo existe actualmente en mí una sed de cólera y de venganza contra todos los que nos oprimen.... Por esto, A. Nicolet escribe que él es un anarquista cuyo corazón rebosa odio... Por esto también T. D. M. 28, nos dice: soy anarquista, no sé si por odio de todas las miserias que sufrimos o por... Mi corazón se rebelaba de indignación y de odio... escribe Carlos Hansenne.

De este modo la pasión viva ha deformado el altruismo. Hay anarquistas violentos, rencorosos por altruismo. Este altruismo, velado por la pasión, arrastra a algunos a emplear la bomba o el puñal. La violencia, han escrito Spies, Parsons, y escriben todos los días los socialistas-anarquistas de Gran-Bretaña (2), no significa la anarquía-socialista, pero hay adeptos de esta doctrina que, de temperamento más o menos violento, más o menos apasionado, se ven impulsados por altruismo a emplear la violencia, a odiar.

Libertarios, algunos quieren imponer su ideal; quieren hacer feliz a la masa a su pesar. Quieren convertirla a pesar de ella. El altruismo y el espíritu de proselitismo se han desarrollado en detrimento del amor a la libertad y del sentido de la lógica. Son análogos a los terroristas de 1792, que por amor a la humanidad mataban a los hombres; y a los católicos, que perseguían a los herejes por amor a estos últimos.

En otros el amor a la libertad es tan exagerado, que el sentido de la lógica está atenuado, y el altruismo, el espíritu de proselitismo y el individualismo están deformados.

Por esto, hace algunos años, un joven anarquista, deseoso de propagar, pidió a ciertos compañeros más viejos en el movimiento, un consejo sobre la forma de propaganda que se debía emplear. Uno, Z, ensalzóle la propaganda teórica de las ideas; y, una mujer apasionada por temperamento, le aconsejó la propaganda ruidosa, y en caso de necesidad, la violencia si los patronos no transigían. Muy indeciso el joven anarquista recurrió a un tercero, V, que le respondió con la carta siguiente:

Cada uno de nosotros tiene su carácter, sus instintos naturales, su temperamento, y por consiguiente, la conducta de todos los días debe variar en los individuos.
Mientras esta conducta sea siempre razonada y sincera, y esté inspirada por la comprensión de la libertad personal y de la solidaridad entre compañeros, nada hay que objetar.
Una vez más,
Haz lo que quieras.
Así que no tengo consejos que darte. Que cada uno haga lo que le parezca bien.
Z tiene razón, Y tiene razón; esto depende de los caracteres.
...Nada de órdenes. ¡Que cada uno sea su propio consejero!

Y sin embargo, V es un escritor que escribe artículos, libros y folletos para divulgar sus concepciones de Justicia, Belleza, Bondad y Verdad; da consejos a todos sus lectores, ya que les invita -y lo desea ardientemente- a adoptar sus concepciones. No percibe su ilogismo provocado por la hipertrofia de su amor a la libertad. Su interés por la individualidad de su interlocutor -altruismo exacerbado- es tal, que altera su propia individualidad. Para ser enteramente lógico, individualista y propagandista, V debía, después de haber anotado las observaciones de la precedente carta, añadir su opinión, con demostraciones, sobre la forma de propaganda que mejor juzgara adecuada. De obrar así hubiera sido tan libertario y altruista como fue, pero hubiera sido asimismo más lógico, más individualista. El amor a la libertad, exagerándose en él, le disminuyó el sentido de la lógica y deformó las otras características mentales.

Hay, pues, entre los socialistas-anarquistas, diferencias individuales debidas al diferente desarrollo -bajo mil y una influencias del ambiente- de las diversas cualidades mentales cuyo agregado es específico de estos adeptos.

Hay asimismo diferencias entre los grupos por naciones de estos anarquistas. Como hemos notado, el individualismo se observa en grado menor en los ingleses, escoceses y españoles. No obstante, casi todos estos últimos quieren ser nombrados, no quieren conservar el anonimato, por pasión proselítica. Ingleses, escoceses y españoles hablan de religión, porque en estos países el espíritu religioso es vivaz, mientras que los franceses, belgas y suizos no la mientan siquiera.

Pregunté que me indicaran la nacionalidad y todos respondieron, pero para acentuar su internacionalismo muchos escribieron nacido en... o de nacimiento en... Los españoles, en su mayor parte, expresan en forma grandilocuente su negación de la patria. En sus respuestas se destacan estas frases:

Nacido en una parte del planeta terrestre que se llama España... mi patria es muy grande y no tiene otras fronteras que las de la misma naturaleza.
Aunque nací en España, mi nacionalidad es el mundo.
Siendo cosmopolita, no tan sólo no tengo patria, sino que las odio todas y especialmente la en que nací...
Español, aunque no tengo patria...
Nacionalidad: el universo...
Nacido en esta parte del mundo que se llama España.
Nacionalidad: el mundo entero.
Nacido en un punto que se llama Valencia.
Mi nacionalidad es el universo sin fronteras...

Esta amplitud del sentimiento de humanidad pertenece -y es un hecho muy digno de tenerse en cuenta- por lo general, a individuos poco cultivados, obreros manuales o simples peones, que escriben -no poseyendo ninguna instrucción- en un lenguaje nada clásico, tanto bajo el punto de vista de la ortografía como del estilo.

Al propio tiempo que el socialismo-anarquista es una doctrina filosófica, es también un partido político, y partido de vanguardia. A todos los análogos partidos, en todos tiempos y lugares, se juntan al lado de los adeptos conscientes, equilibrados y numerosos, algunos individuos desequilibrados, seres anormalmente desarrollados. Esta anormalidad se manifiesta diversamente, según los individuos, por medio de actos criminales, por la locura o por la imbecilidad.

Criminales y locos se juntan a este partido, apodándose anarquistas, del mismo modo que en los comienzos del cristianismo todos los criminales, los prostituidos de los dos sexos y los alienados se juntaron a la nueva secta.

Dos o tres de éstos que nos respondieron demuestran un real desiquilibrio mental. Uno de ellos, alemán, es anarquista porque es un hombre con un cerebro; su profesión es confesor de la verdad con la pluma y la boca. Como nacionalidad, es miembro de la sociedad de todas las criaturas en el mundo, la vía lactea inclusive. Otro, un francés; me dice que es anarquista porque ha nacido con dos ojos y dos orejas... Algunos -dos o tres- quintaesencian las razones de su anarquismo de tal modo, que es literalmente incomprensible. Son palabras alineadas, sin sentido en su yuxtaposición.

En estos seres de desarrollo cerebral imperfecto, la moral de un Guyau o de un Kropotkin, expuesta en los periódicos de propaganda, les produjo un mayor desiquilibrio y puede provocar en ellos actos idiotas o criminales. Su cerebro no estaba dispuesto para comprender la grandeza real de esta moral, y se desmoralizaron. Esta acción nociva sobre ciertos seres no puede negarse; se la puede comprobar estudiando los fastos judiciales de los individuos que se titulan anarquistas y que reclaman como tales ciertos propagandistas en los periódicos del partido. Por amor a la humanidad, algunos de estos desiquilibrados se ven empujados al odio contra los burgueses y sus obras.

Un socialista-anarquista de indiscutible valor intelectual, me contaba un día que algunos socialistas-anarquistas, o que ellos se creían tales, le dijeron: Ya que vas a la biblioteca, rompe los libros, así ocasionarás daño a los burgueses. No pudo hacerles comprender la inepcia de sus palabras. Otro, rebelde por la influencia -nefasta según él- del Estado, deseaba el momento de la Revolución social para destruir las iglesias de piedra o de madera. ¡Poco le importaba la destrucción de las obras maestras del espíritu humano! Estaba convencido que la destrucción de las iglesias-monumentos sería la destrucción de las religiones espirituales, tan malas en opinión suya. (3).

En suma, estos desequilibrados forman una minoría pequeñísima dentro de la gran masa de socialistas-anarquistas esparcidos por el mundo. Son, además, mucho menos anarquistas de lo que creen y desean ellos mismos. Por lo general, son simples rebeldes con vagos deseos de altruismo añadido a una atrofia más o menos completa del sentido de la lógica. Son seres cuyo desarrollo cerebral se ha detenido, pobres alienados en grados diversos, en los cuales ha subsistido la tendencia altruista que les hace desear una era de felicidad para todos. Algunos de estos pobres seres se figuran de buena fe poder anticipar la hora del bienestar, de la justicia y de la libertad para todos, robando a los burgueses o destruyendo cosas a estos pertececientes.

Correspondía a nuestra imparcialidad, en este estudio psicológico, hablar de estos desequilibrados que se creen fuertemente anarquistas cuando, en realidad, apenas lo son. Pero un estudio del estado psíquico de los adeptos de las doctrinas socialistas anarquistas no podía estar basado sobre semejantes individuos, porque en el conjunto de los adeptos constituyen solamente excepciones y aun poco numerosas.

El que justamente se llama socialista-anarquista, tiene por mentalidad específica un agregado de caracteres que no se encontrarían en la mentalidad de estos pobres desequilibrados. Estos caracteres, que hemos descubierto en el curso de este análisis, aun en el tipo cerebral específico del socialista-anarquista, están en grados diversos de desarrollo.

Parece, a juzgar por nuestra información, que de un modo general las características más desarrolladas son: el espíritu de rebeldía, el amor a los demás y el espíritu de proselitismo. Son cualidades mentales que se encuentran, agregadas, en todos los socialistas. En la mayor parte de los anarquistas han alcanzado un eminente grado de desarrollo. Después siguen el amor a la libertad, cuya característica, en el género socialista, es específica de la especie libertaria o anarquista. La curiosidad de conocer, el amor al yo, y el sentimiento de justicia, están en grado menor de crecimiento.

En resumen, existe -nuestra información sobre los hombres y las doctrinas lo ha probado- un tipo mental que diferencia al socialista-anarquista de las demás sectas socialistas, que lo diferencia de los demás hombres. Todos los individuos adeptos de los Malatesta, Reclus, Malato, etc., participan de este tipo constituido por un agregado de caracteres psíquicos, que son: espíritu de rebeldía, amor al yo, altruismo, amor a la libertad, sentimiento de justicia, sentido de la lógica, curiosidad de conocer, espíritu de proselitismo.

Según las diferencias individuales, debidas a los ambientes hereditarios, sociales, nacionales, profesionales y climatéricos, cada socialista-anarquista es siempre más o menos rebelde, más o menos libertario, más o menos individualista, más o menos altruista, está más o menos afectado por el sentimiento de justicia, es más o menos curioso, más o menos lógico y deseoso de serlo, más o menos propagandista.

**NOTAS**

(1).- Recibimos cerca de 170 respuestas. Además de las nacionalidades cuyas profesiones hemos dado, las recibimos también de los argentinos, uruguayos y suecos. Damos gracias a todos los que tuvieron a bien ayudarnos en nuestra obra mandándonos respuestas a nuestro cuestionario. Rogamos también nos dispensen los que no vean citadas las suyas. De algunos las recibimos cuando el libro estaba ya terminado. Además visto el gran número, tuvimos que limitar la cantidad de confesiones empleadas. Las no citadas confirman igualmente el estado de alma que hemos determinado.

(2).- En los carteles anarquistas ingleses y escoceses se lee casi todos los días: El anarquismo no es la bomba.

(3).- En un estudio seudo-científico del señor Bérard -actualmente diputado por el departamento del Ain- publicado en los Archivos de Antropología criminal (1892) se lee que los anarquistas sólo sueñan con la destrucción, que su pensamiento no va más allá de la destrucción de los monumentos públicos. En una crítica de este trabajo, que publiqué en 1893, en la revista Art social, protesté con pruebas en la mano contra esta afirmación tan poco criminológica de todo un magistrado. La verdad nos obliga -y esto no nos cuesta nada- a hacer constar que, en parte, el señor Bérard tenía razón. Y decimos, en parte, porque los que piensan como Bérard, afirmaba, no son los anarquistas, sino algunos anarquistas, en una palabra, excepciones.

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