Índice de La esencia del cristianismo de Ludwig FeuerbachCapítulo VIIICapítulo XBiblioteca Virtual Antorcha

CAPÍTULO NOVENO
El misterio del principio creador en Dios

La segunda persona, por ser el Dios que se revela, se manifiesta y se exterioriza, es el principio creador en Dios, o sea el principio que ha creado el mundo.

El mundo no es Dios, es lo contrario, es la oposición de Dios, o, por lo menos -si esta expresión fuera demasiado fuerte porque dice la verdad-, es aquello que se distingue de Dios. Pero lo que es distante de Dios no puede venir directamente de él, sino sólo de una diferencia de Dios en Dios. La otra persona es el Dios que se distingue por sí solo de sí mismo y que por lo tanto es objeto de sí mismo y consciente de sí mismo. La autodistinción de Dios de sí mismo es la causa de lo que es diferente en él -luego, es la conciencia de sí mismo el origen del mundo. Dios recién se forja la idea del mundo pensando en sí mismo -pensarse es generarse, pensar del mundo es crear el mundo. La generación precede a la creación. La idea productiva del mundo como de otro ser que no sea Dios, es originada por la idea de otro ser que es igual al Dios.

Ahora bien; este proceso creador no es otra cosa que la perífrasis mística de un proceso psicológico, no es otra cosa que la objetivación de la unidad de la conciencia con la conciencia de sí mismo. Dios piensa en sí mismo, luego es consciente de sí mismo, pues Dios es la autoconciencia dada como objeto, como ser; porque, puesto que se conoce a sí mismo y piensa en sí mismo, piensa con ello también a la vez en un ser diferente de lo que es él; pues saberse es distinguirse de otro ser, ya sea posible, ya sea imaginado, ya sea real. Por tanto, es el mundo -por lo menos la posibilidad y la idea del mundo- el fruto inmediato de la conciencia y su producto. El hijo, como aquel otro Dios, es la idea, el objeto y la imagen del mismo, es el principio de la creación del mundo. La verdad que sirve de base, es la esencia del hombre: la unidad es su auto-conciencia con la conciencia de otro ser que forma la unidad con él y de un tercer ser que no forme una unidad con él. Y el segundo ser distinto y sin embargo esencial con el primero, es necesario como eslabón entre el primero y el tercero. La idea de otro ser en general o sea de un ser esencial distinto, nace por la idea de un ser distinto pero igual conmigo en su esencia.

La conciencia del mundo es la conciencia de mi limitación -si yo no supiera nada de un mundo, no habría nada de límites- porque la conciencia de mi limitación está en oposición al instinto de mi autonomía, de mi independencia. Por eso no puedo pasar de mi autonomía -Dios es el ser autónomo absoluto- directamente a su contrario: yo debo preparar y suavizar esta contradicción por la conciencia de un ser, que por cierto también es otro ser y por eso me da una idea de mi limitación, pero de tal manera que afirma a la vez mi ser y me lo objetiva. La conciencia del mundo es una conciencia humillante -la creación era un acto de humillación-, pero la primera piedra de toque en que se rompe el orgullo del propio yo es el tú, es el otro yo. Primero el yo debe fortificar su mirada en el ojo de un tú, antes de soportar el aspecto de un ser que no refleja su propia imagen. El otro hombre es el vínculo entre yo y el mundo. Yo existo y me siento dependiente del mundo porque primero me siento dependiente de otros hombres. Si no necesitara del hombre, no necesitaría tampoco del mundo. Me reconcilio con el mundo recién mediante el otro hombre. Sin este otro hombre, el mundo sería para mí no solamente muerto y vacío, sino también un contrasentido. Sólo en el otro, el hombre es consciente de sí mismo: pero recién cuando sea consciente de mí mismo, soy consciente del mundo. Un hombre que existiera sólo para sí mismo, se perdería en el océano de la naturaleza sin ser diferente de ella: ni se comprendería como hombre, ni comprendería la naturaleza como tal. El primer objeto del hombre es el hombre. El sentido para la naturaleza que nos da la conciencia del mundo como mundo, es un producto posterior; pues nace por el acto de la separación del hombre de sí mismo. A los filósofos naturales de Grecia preceden los llamados siete sabios, cuya sabiduría sólo se refería directamente a la vida humana.

Luego, la conciencia del mundo es para el yo originado por la conciencia del tú. De tal manera el hombre es el Dios del hombre. El hecho de que lo es, lo debe a la naturaleza ... lo debe al hecho de que es hombre, lo debe al hombre. Así como él, físicamente, no puede hacer nada sin el otro hombre, así tampoco puede hacer nada espiritualmente. Cuatro manos pueden hacer más que dos: pero también cuatro ojos ven más que dos. Y esta fuerza unida difiere no sólo cuantitativamente, sino también cualitativamente de la fuerza aislada. Si la fuerza humana es aislada, es limitada; pero ilimitada es la razón, ilimitada es la conciencia: pues es un acto común de la humanidad y esto no solamente porque colaboran innumerables seres en el edificio de la ciencia, sino también en su sentido interior de que el genio científico de un tiempo determinado, reúne en sí las fuerzas de las ideas de los genios precedentes, aunque sea en un modo determinado individual, de manera que su fuerza no es una fuerza aislada. El chiste, la sutileza, la fantasía, la sensación, como fuerzas distintas del sentimiento y de la razón- son fuerzas de la humanidad, no del hombre, como ser aislado, sino productos de la cultura, productos de la sociedad humana. Sólo donde el hombre choca y se roza con otro hombre se enciende el chiste y la sutileza -por cuya razón hay más chiste en la ciudad que en el campo y más en las grandes ciudades que en las pequeñas; sólo donde el hombre disfruta de la presencia de otro hombre, nace la sensación y la fantasía-, el amor, un acto común, por cuya razón el dolor es más grande cuando no es compartido, es la fuente original; y sólo donde el hombre habla con el hombre, sólo en el discurso sin conversación, en un acto común, nace la razón. Las preguntas y las contestaciones son los primeros actos del pensamiento. Para pensar se precisan en un principio dos seres. Recién cuando se encuentra en una cultura superior, el hombre se desdobla, de manera que puede hacer el mismo papel que el otro. Por eso, hablar y pensar, en todos los pueblos antiguos, es una misma cosa; sólo piensan al hablar, su pensar es solamente conversar. Gente ordinaria, es decir, personas que no tienen una cultura de abstracción, no comprenden ni hoy siquiera lo que se ha escrito, a no ser que lo lean en alta voz y que lo pronuncien cuando lo lean. Con razón Hobbes deducía la inteligencia del hombre, de su oído.

Si se reduce a categorías abstractas y lógicas, el principio en Dios que creó el mundo no es más que la sentencia tautológica: lo que es diferente sólo puede nacer de un principio de diferencia, no de un ser sencillo. Por más que los filósofos y teólogos cristianos hayan sostenido la creencia de la nada, sin embargo sostienen también el antiguo principio fundamental de que de la nada no se hace nada, porque expresa una ley de pensamiento que no puede ser desconocida. Por supuesto no han imaginado una materia real como principio de las diferentes materias reales, pero han convertido en la base de la materia real a la inteligencia divina -el hijo es la sabiduría, la conciencia y la inteligencia del padre- como el concepto universal de todas las cosas y como su materia espiritual. La diferencia entre la eternidad pagana de la materia y la creación cristiana consiste, a ese respecto, sólo en que los paganos atribuyeron al mundo una eternidad real y objetivada, mientras que los cristianos le atribuyeron una eternidad no objetivada. Las cosas eran, antes de que existieran, sólo un objeto del espíritu, no de los sentidos. Los cristianos, cuyo principio es el principio de la absoluta subjetividad, creen que todo es solamente originado debido a este principio. Por eso la materia subjetiva, imaginada por su pensamiento subjetivo, es para los cristianos también la primera materia, y como tal, mucho más excelente que la materia real y sensitiva. Sin embargo es esta diferencia sólo una diferencia en el modo de existencia. Para los cristianos el mundo es eterno en Dios. O ha nacido este mundo al acaso, como una ocurrencia repentina, como un capricho. Por cierto, el hombre puede imaginarse también esto; pero entonces deifica el hombre sólo su propia insensatez. En cambio si considero las cosas con la inteligencia puedo deducir la existencia del mundo de su propio ser, de su propia idea, es decir, un modo de su existencia debe explicarse del otro modo: con otras palabras, el mundo sólo puede deducirse siempre de sí mismo. El mundo tiene la razón de ser en sí mismo, así como todo lo que existe en el mundo y que tiene derecho al nombre de una esencia verdadera. De la differentia specifica, quedará siempre algo, que en el sentido común es inexplicable, que no puede deducirse que es por sí mismo, que tiene su razón de ser en sí mismo.

La diferencia entre el mundo y Dios como creador del mundo es por lo tanto sólo una diferencia formal, no esencial. La esencia de las cosas, es la misma esencia divina, y por ello Dios, al pensar en sí mismo, al conocerse, es a la vez el mundo, piensa y sabe todo -la esencia de Dios no es otra cosa que la esencia abstracta e ideada del mundo; y la esencia del mundo no es otra cosa que la esencia del Dios real, concreta y concebida por los sentidos-; la creación no es por lo tanto otra cosa que un acto formal. Pues lo que antes de la creación era objeto de la idea y de la inteligencia, es, por la creación, sólo convertido en un objeto de los sentidos; pero según su contenido es idéntico, aunque quede absolutamente inexplicable el hecho cómo puede convertirse un objeto ideal en un objeto real y material (1).

Lo mismo pasa con la diversidad y diferencia, cuando reducimos el mundo a esa forma abstracta de pensamiento en oposición a la sencillez y unidad de la esencia divina. La diferencia real sólo puede deducirse de un ser diferente en sí mismo. Pero yo transfiero la diferencia sólo en la esencia original, porque ya en un principio la diferencia es para mí una verdad y una esencia. Donde y cuando la diferencia no es nada en sí misma, no hay tampoco diferencia en el principio. Supongo la diferencia como una esencia, como una verdad, la deduzco de una esencia original, y viceversa: ambas cosas son lo mismo. La expresión razonable es: la diferencia es tan necesaria para la inteligencia, como la unidad.

Ahora bien; dado que la diferencia es una determinación esencial de la inteligencia, no se puede deducir la diferencia sin presuponerla; no puedo explicarla sino por sí misma, porque es una cosa original, que se comprende por sí sola, que se afirma por sí sola. ¿De qué modo se origina el mundo o sea lo que es diferente de Dios? Por la diferencia de Dios que hay en Dios de sí mismo. Dios se concibe, es el objeto de sí mismo, se diferencia de sí mismo -luego nace esta diferencia, o sea el mundo solo de una diferencia de otra clase; así la diferencia exterior de una diferencia interior, la diferencia existente de una diferencia activa o sea de un acto de diferencia: por lo tanto fundamento yo la diferencia sólo por sí misma, quiere decir que es un concepto original, un límite de mi pensamiento, una ley, una necesidad, una verdad. La última diferencia que yo puedo pensar es la diferencia de un ser de sí mismo y en sí mismo. La diferencia de un ser con respecto a otro ser se comprende y ya existe por su existencia, es una verdad sensitiva: pues son dos seres. Pero para el pensamiento yo fundamento la diferencia, al colocarla en un sólo ser, o sea cuando lo ligo a la ley de la identidad. Aquí se encuentra la última verdad de la diferencia. El principio de Dios que crea este mundo, si se lo reduce a sus últimas causas, no es otra cosa sino el acto de pensamiento objetivado de acuerdo a sus elementos más sencillos. Si yo alejo la diferencia de Dios, entonces la idea de Dios no me da ninguna materia para pensar; deja de ser objeto de ideas; pues la diferencia es un principio esencial del pensamiento. Por eso. si hago una diferencia en Dios, ¿qué otra cosa fundamento y objetivo yo que la verdad y la necesidad de este principio del pensamiento?


Notas

(1) Es, por lo tanto, un gran error si se cree poder explicarse la existencia del mundo mediante la suposición de la existencia de un Creador.

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