Indice de Dios y el Estado de Miguel BakuninNota editorial de Chantal López y Omar Cortés a la edición impresaCapítulo primeroBiblioteca Virtual Antorcha

Dios y el Estado

Miguel Bakunin

Esbozo biográfico de Miguel Bakunin, por Max Nettlau


Miguel Alexandrovitsch Bakunin nació el 18 o 31 de mayo de 1814 en Pryamuchino, una haciencia a la orilla del Osuga, en el distrito de Novotorschok, gobierno del Tver, comprada en 1779 por su abuelo, Miguel Vasilevitsch Bakunin, consejero de Estado y vicepresidente del colegio de la cámara en tiempo de Catalina II, y habitada después de su retiro del servicio del Estado por su numerosa familia. Su tercer hijo, Alejandro, el padre de Bakunin, por motivos desconocidos fue educado en Italia desde los nueve años; se hizo doctor en filosofía en la Universidad de Padua y aunque destinado al servicio diplomático, se dedicó también al estudio de las ciencias naturales y se adhirió por completo a las ideas filosóficas liberales y cosmopolitas, tan difundidas en todos los circulos instruidos en el período anterior a la Revolución francesa y en el primer tiempo después del asalto a la Bastilla. Pero la realidad de los años de revolución hizo retroceder su liberalismo platónico. Mientras que sus dos hermanos eran empleados del Estado y oficiales, él rompió sus relaciones con el servicio estatal muy pronto y administró, según el deseo de los padres, la hacienda de la familia, donde vivían también sus hermanas solteras, que cayeron en la religiosidad, una evolución en la que a de haber influido su hermano Ivan, oficial muerto en el Cáucaso en la década 1820-30. Tan sólo a los cuarenta años se enamoró de una joven de la familia de los Muravief, Bárbara Alexandrova, una muchacha muy cortejada por la juventud y que se convirtió pronto en madre de once hijos, entre ellos uno muerto prematuramente, nacidos desde 1811 a 1824. Finalmente nacieron las hijas Lyuba (1811) y Bárbara (1812), después Miguel Bakunin (1814), a continuación las hijas Tatiana (1815) y Alejandro (1816) y finalmente cinco hijos varones (1818-23) y una muchacha muerta a los dos años de edad. Esa gran familia vivió la mayor parte del tiempo en Pryamuchino, visitando temporalmente a Twer y Moscú, hasta que el periodo de los estudios o del casamiento, y en el caso de la hermana mayor una temprana muerte (1838), rompieron el círculo familiar; los padres, en especial el padre, que se había vuelto ciego (muerto en 1856), alcanzaron una avanzada edad; la madre murió en 1864.

Es conveniente penetrar algo intimamente en el círculo familiar de Bakunin y de su juventud, porque ese ambiente, ahora bastante conocido por su propia exposición ulterior y por la correspondencia y otros materiales cuidadosamente eloborados por A. A. Kornilof (Moscú 1911), tuvo una gran influencia en su desenvolvimiento; Miguel Bakunin recibió de él, base, dirección e impulso; la intensidad de su acción, la amplitud de sus fines correspondian a su propia naturaleza, así como a su gran capacidad de hacer obrar sobre si los mejores fenómenos de su tiempo y de ordenar el germen más precioso de su aspiración siempre consciente hacia su lejano objetivo.

Si en su juventud, en la casa paterna, le faltaron influencias radicales e idealistas, en cambio estaban fuertemente representadas las influencias humanistas, tendientes a un profundizamiento de la vida interior. Su anciano padre, por atento conservador que fuese en comparación con su juventud, tenía sin embargo hondas raíces en el período de los enciclopedistas y en J. J. Rousseau, la religiosidad de sus hermanas pasó a la mayor de las sobrinas, pero en la forma de un culto íntimo de su vida interior, de una seria aspiración hacia una verdad inaccesible, buscada después en la filosofía en lugar de serlo en la religión.

Miguel creció como el coinvestigador de esa verdad, considerado pronto por las hermanas como igual, y como guía espiritual indiscutible de los hermanos menores; enseguida fue la cabeza espiritual de todos los hermanos. Ese fue, verdaderamente, el grupo más ideal a que perteneció en su vida y el modelo de todas sus organizaciones y de su concepción de la vida futura y dichosa de la humanidad en general. La ausencia de preocupaciones materiales, la vida holgada del campo en la hermosa naturaleza, aunque se basaba tanto en la servidumbre, reunió estrechamente a ese círculo fraternal, creando un microcosmos de libertad y de solidaridad, con aspiraciones íntimas e intensivas hacia el perfeccionamiento interno de cada uno y de cada uno y de todos; el talento natural sobresalía en él, pero quedaba siempre vivo el deseo de hacer compartir a los demás, igualmente, lo conseguido por uno; a esto se agregó luego el deseo de obrar en pro de la humanidad entera y de compartir desinteresadamente con todos lo alcanzado por uno mismo. Ciertamente están aquí los gérmenes de las aspiraciones de su vida hacia un mundo de la síntesis de la libertad y de la solidaridad, de la anarquía y del socialismo, inseparables de la libertad moral, del conocimiento de la naturaleza libre de las supersticiones, del ateísmo. Lo que parece faltar aún es la voluntad, el placer de la destrucción, que lo inspiraron más tarde tan poderosamente; ese estadio fue precedido por el amor y por la santa seriedad, por la firme voluntad de combatir por el objetivo final; de eso resultó lógicamente la necesidad de la destrucción, de la revolución.

Esa evolución fue interrumpida, pero no quebrantada para siempre, cuando el 25 de noviembre de 1828, a los 14 años y medio de edad, fue enviado a Petersburgo para concurrir a la escuela de artillería, un internado de varios años, profundamente aborrecido por él, hasta su liberación en la clase de los oficiales a fines de enero de 1833. Esa recobrada libertad -podía vivir fuera del establecimiento ya- fue entusiastamente acogida. En el próximo período tuvo un idilio amoroso pasajero con una prima, luego una fuerte excitación intelectual por las poesias de Venevitinof en el verano de 1833, poco después un contacto que le acercó a la vida práctica rusa, política y económica, con un viejo amigo de su padre y pariente de su madre, el ex-estadista Nicolai Nazarovitsch Muravief. Por un Muravief más joven, que sólo tenía cinco años más que él mismo, fue, con probabilidad, fuertemente excitado su sentimiento nacional, sentimiento que no lo abandonó nunca, pero que fue poco alimentado gracias a la educación cosmopolita de la casa paterna.

En agosto-septiembre de 1833 visitó a su familia en Pryumuchino y entonces intervino un nuevo elemento en su vida: la lucha por el derecho y la lucha de lo joven contra lo viejo y de la libertad humana contra la autoridad. Primeramente en la forma de su defensa de la hermana mayor contra un matrimonio que ésta odiaba. Fue su primer lucha, que llevó a cabo con toda energia y tenacidad y que destruyó en él la ilusión de la armonía general, especialmente de la felicidad de la familia patriarcal.

Su carrera militar, que no le interesó nunca particularmente, recibió un golpe a causa de una contienda brutal con un general, que motivó su envío, antes de la terminación de la clase de oficial, a una brigada de artillería al Este de Rusia (a principios de 1834). El servicio en el gobierno de Minsk y de Grodno -estuvo también en Vilna y conoció la sociedad polaca fugitiva, echó algunas miradas a la política rUsa en Polonia, gracias a su pariente M. N. Muravief, entonces gobernador de Gradno y después el famoso verdugo de Polonia-, ese servicio sin objeto fue para él un martirio. Se sentía absolutamente aislado, soñaba ya con dedicarse a la ciencia y al servicio civil después del abandono del servicio militar (19 de diciembre de 1834); sólo en caso de una guerra no quería dejar el ejército. Esperaba ser trasladado a su tierra natal y llegó realmente a principios de 1835 a Tver en busca de caballos. Desde allí se dirigió a Pryamuchino, se dio por enfermo y logró, contra el deseo de su padre, que se le diera de alta en el ejército el 18 de diciembre de 1835; rechazó también un puesto de funcionario civil en Tver, obtenido por mediación de su padre. Su propósito declarado era entonces la instrucción para la' actividad científica y una catedra para difundir el conocimiento filosófico obtenido por sus estudios.

En marzo de 1835 conoció en Moscú al joven Stankevitsch (nacido en 1813); en el verano su amigo Efremof vísító la hacienda familiar y en el otoño fue allá también Stankevítsch y se hizo íntimo amigo de Miguel; su intérés filosófico se dirigía entonces hacia Kant, que Stankevitsch, ocupado desde hacía varios años de la filosofía alemana, quería estudiar ante todo como fundamento para la comprensión de Schelling. La conexión de Bakunin con el círculo de amigos que se formó desde 1831-32 alrededor de Stankevitsch se produjo naturalmente por medio de la familia Beer, de Moscú, conocida de su familia, cuyas dos hijas eran amigas de sus hermanas y cuya casa frecuentaban mucho Stankevitsch y sus amigos. Es imposible penetrar en los detalles de todas esas relaciones: para los rusos que se interesen por las gentes de 1830-40 y de 1840-50 existen muchos volúmenes de correspondencia, de memorias, de biografías, etc., y seria necesario escribir tomos enteros para los que no conocen ese asunto especial a fin de familiarizarlos con él. En general se puede decir que tras la ideología filosófico-literaria, puesta en primer término, la vida real intervenía en todos estos jóvenes de ambos sexos y exigía sus derechos. El objetivo ideal común reunió gentes ricas y gentes relativamente o por completo desposeídas y además se cruzaron amorios y pasiones, felices e infelices o sin perspectivas. La solución de todos esos conflictos, ventilados con tanta seriedad filosófica y tan intensivamente discutidos, eran lo mayoría de las veces prosaica, al margen de todo ambiente, de ideas. Naturalmente Miguel estuvo pronto o de inmediato en el centro de esas pasiones agítadas, y no sólo asumió sus propios asuntos sino también los de sus hermanas. Era inevitable que sus amigos, incluso Belinski, se enamoraran de sus hermanas; y algún corazón femenino latió por él mismo sin respuesta; además tenía bajo su protección especial el matrimonio desgraciado de una de sus hermanas. Tal vez por lo íntima vida familiar de su primera juventud no estaba inclinado a dejar a un lado todas esas perturbaciones, sino que se arrojaba con fogosidad en esos problemas que habrían debido solucionar mejor los afectados, por sí mismos; de su actitud nacieron algunos conflictos y enemistades. También este rasgo quedó en él hasta el fin; se sentía justamente una naturaleza intensivamente social.

Cuando su padre comprendió a principios de 1836 que Miguel se interesaba sólo por alguna cátedra filosófica en Moscú, como objetivo de su vida, prácticamente anhelada para un lejano futuro, se produjo uno aguda ruptura y Miguel se marchó de la casa de sus padres y se dirigió a Moscú para fundamentar una existencia propia, lo que hizo mediante la enseñanza privada de matemáticas, con la intención de asistir a la Universidad como oyente extraordinario. El punto indirecto del conflicto fue el viaje al extranjero, ya deseado entonces anhelosamente por Bakunin para visitar alguna Universidad alemana, lo que pareció una excentricidad enorme al anciano padre de diez hijos. En Moscú, desde febrero de 1836 absorbió la ideología filosófica de Fichte, cuyas Vorlesungen über die Bestimmung des Gelchrten tradujo a pedido de Belinski para el Teleskop, y cuya Anweisung zum seligen Leben fue el libro favorito que le fascinó directamente; con Stankevitsch leyó también a Goethe, a Schiller, a Jean Paul, a E. T. A. Hoffmann y a otros. Su proyectada independencia económica no se le realizó entonces, como no se le realizó nunca en su vida ulterior -también una temprana caracteristica-; comenzó a dar en abril de 1836 una lección, pero a fines de mayo estaba ya en Pryamuchino, donde quedó largo tiempo; pues el conflicto con el padre se había suavizado sin que ninguno cediera en su punto de vista, y con sus hermanas, que habían lamentado mucho su comportamiento brusco para con el padre, se había explicado bien por carta; en esa primavera y en el verano supo convertirlas de la religiosidad formal, que les pareció hasta allí lo supremo accesible para ellas, al fichteismo idealista en el sentido de la Anweisung zum seligen Leben, y fortificar en ellas y en los hermanos menores su influencia apenas cOnmovida. Ya en 1835, en Tver, había concebido la idea de formar con sus hermanos y las hermanas Beer un pequeño círculo propio en Pryamuchino, ligado por la unidad de fin y de ideas, un lugar de refugio frente al mundo exterior. Esta, si no la hubieran precedido planes anteriores desconocidos para nosotros, seria en cierto modo la primera de sus sociedades secretas, que tuvieron siempre un núcleo muy íntimo de los compañeros más intimos.

Debo renunciar a los detalles en los años siguientes hasta el verano de 1840, en que la transición de Fichte a Hegel, el más riguroso hegelianismo con consecuencias conservadoras, reaccionarias para el presente ruso, las relaciones con Belinski, el conflicto con los círculos radicales y socialistas alrededor de Herzen y Ogaref, el contacto con los jóvenes eslavófilos, como especialmente Konstantin Aksakof y con el viejo P. A. Tschaadef (1796-1856) y muchos otros sucesos darian suficiente material para descripciones de detalle. Realmente ese tiempo ha sido para Bakunin un tiempo de espera, con frecuencia muy penoso, pues los medios para su fin, el viaje a una universidad extranjera, no serían dados por su padre o no podían ser dados y otras esperanzas de obtener el propósito firmemente mantenido no se colmaron. Tenía ya 26 años cuando dejó a Rusía; había comenzado a temer que se empantanaría poco a poco espiritualmente. Probablemente aquellos años le beneficíaron moralmente, al aprender entonces por un ejercicio constante a utilizar con brillo, dialecticamente, su capital filosófico aún muy reducido, y al presentarse a las nuevas impresiones del extranjero mucho más maduro de lo que habría podido estar en 1836: así evitó el volver a incurrir exclusivamente en el constreñimiento de una doctrina, como le había ocurrido con Fichte y Hegel en 1835. Halló también felizmente que la evolución de la filosofía radical y del socialismo procedió, justamente en los años que siguieron a 1840, con pasos rápidos, mientras que el período de 1836 a 1840 era un tiempo de epígonos aún, en que se abría paso lo nuevo. En una palabra, también en esto, como hasta entonces en su vida, le favorecieron las circunstancias.

Las circunstancias y fecha de su viaje se contienen con detalles en su conocida carta a Herzen (Tver, 20 de abril de 1840), que finalmente le prestó algo de dinero para su viaje a su paso (Tver, 29 de mayo) y a su partida de Petersburgo por Lübeck a Berlín, el 29 de junio (11 de julio) de 1840.

No conocemos todos los detalles del proceso de la evolución de Bakunin durante su residencia en Alemania (Berlin y Dresde) hasta fines de 1842; pero los resultados señalan que se desarrolló incesantemente en la primera mitad de esa época, en el sentido de un revólucionario consciente. Tres documentos constituyen las piedras angulares de su evolución -el prefacio de Bakunin para su traducción de Cinco discursos en el Gimnasio de Hegel, en los Moskovskii Nablyndateli, redactados por Belínski, vol. 16, 1838,- el artículo O Philosophii I, en Otechestvennya Zapiski, 1840, vol. 9, cuaderno II, cuya segunda parte, aunque escrita, no apareció, -y el artículo Die Reaktion in Deutschland. Ein Fragment von einem Franzosen, firmado Jules Elysard en los Deutsche Jahrbücher für Wissenschaft und Kunst (Leipzig), 17-21 octubre de 1842. Mientras que, en los dos primeros artículos se ve con asombro cómo se mueve un esclarecido espíritu con sagrada seriedad en el dominio de vacíos dogmas, que considera como la pura verdad, sin preocuparse de los fenómenos de la vida real, el famoso artículo de los Deutschen Jahrbücher, a pesar de su revestimiento filosófico, es un grito de batalla de la revolución en el más amplio sentido, incluida la revolución social, y termina con estas palabras:

Dejadnos pues confiar en el espíritu eterno, que sólo destruye y aniquila porque es la fuente inagotable y eterna de toda vida. El placer de la destrucción es al mismo tiempo un placer creador.

Igualmente vemos cómo Bakunin, después de tres semestres de Universidad en Berlín, prefiere trasladarse a Dresde en la primavera de 1842, sin propósito ya de prepararse para su cátedra en Moscú, en el trato privado con Arnold Ruge, el centro de los hegelianos radicales, sino -si puede decirse- para entregarse a la espera de la revolución, en la que trabajaban entonces tantas fuerzas y que estaba próxima, como lo reveló el año 1848. Desde entonces se la abrió el mundo europeo, que había considerado con menosprecio hasta entonces, en parte desde un punto de vista nacionalista-ruso, de que no se había librado, en parte desde las alturas ficticias del conocimiento filosófico presuntuoso. El socialismo, tal como se desarrolló en Francia, fue presentado entonces por primera vez al público alemán, lucidamente, en el conocido libro del doctor Lorem Stein; el libro no ofreció nada nuevo, pero trazó una cómoda perspectiva en una multitud de tendencias socialistas y de sus argumentos e introdujo a Bakunin, como observa él mismo, en ese objeto, que lo fascinó (1842).

En Berlín había visto en 1840 a su hermana Bárbara que regresaba de Italía y que había estado junto al lecho de muerte de Stankevitsch; allí y en Dresde fueron un hermano menor e lvan Turgenief sus más intimos compañeros. Pero entonces rompió los lazos con Rusia y se lanzó en la emigración, en el destierro, con completa conciencia. El gobiemo ruso vigilaba su evolución radical y deseaba su vuelta de Dresde a Rusia. A Bakunin no se le ocurrió doblegarse y se decidió rápidamente por un paso decisivo al dirigirse hacia Suiza (enero de 1843), a Zurich, con el poeta revolucionario alemán más conocido de entonces, Gcorge Herwegh. Herwegh regresó a Zurich, un punto central de la propaganda literaria-política-revolucionaria destinada a Alemania, adonde también trasladó su actividad desde la Suiza francesa, al finalizar la primavera de 1843, Wihelm Weitling, el comunista alemán. Bakunin vio de cerca, durante su residencia en Zurich (16 de enero hasta comienzos de junio) la vida política del cantón de Zurich y tuvo ocasión de perder todas sus ilusiones político-republicanas, si las tenía aún. Por el contacto personal con Weitling echó una mirada también al comunismo, que apareció como un factor revolucionario general; pero que no pudo nunca ligarlo por completo ,aunque entonces y en los años siguientes hasta 1848 tuvo amistosas relaciones en Suiza y en París con algunos comunistas alemanes y ocasionalmente se llamó también, él mismo comunista (en una carta a Reinhold Solger, 14 de octubre de 1844; algunas cartas a ésta, a August Becker y a la señora Vogt, hasta 1847, hacen conocer más detalladamente sus condiciones).

Dos declaraciones suyas publicadas entonces son: B. a R. (Bakunin a Ruge, fechada, Peterinsel en el lago de Biel, mayo de 1843) en font color="red">Deutsch-franzoesische Jabrbücher (París, 1844) y varios artículos, Der Kommunismus, en el Schweizerischen Republikaner (Zurich, 2, 6 y 13 de junio de 1843, firmados XXX). Yo creo que hay un artículo de Bakunin en 1843, inobservado. Un examen atento de esos escritos señalarían que Bakunin se comporta, en las declaraciones que conocemos de él hasta entonces, simpática, critica y confiadamente con el socialismo; estos trabajos defendian una causa justa, tenian un objetivo infinitamente precioso, pero no podían en sí y por si satisfácer las inspiraciones que presentaban las ideas y sistema verdaderamente libertadores de los hombres. Bakunin sentía instintivamente la falta de libertad y se cuidaba bien de aceptar completamente alguno de esos sistemas.

Poco antes del arresto de Weitling se dirigió al Este de Suiza y se detuvo en Ginebra y en Lausanne y cerca de Nyon; finalmente hizo una excursión alpina a pie que terminó en Berna, donde pasó el invierno hasta febrero de 1844. Esas residencias y viajes se explican por sus relaciones personales; en Zurich conoció a August Taller, el hermano de la señora Vogt de Berna; en Dresde había conocido a la señora Pescantini, una germanorusa de Riga, que habitaba con su marido, un emigrado italiano, en Promenthoux, cerca de Nyon, y su constante amigo, el músico Adoph Reichel, de la Prusia Oriental, a quien conoció en Dresde, había ido también a Ginebra, hizo con él y el comunista alemán August Becker el viaje a los Alpes y quedó como él, en Berna, para acompañarlo en febrero de 1844 a Bruselas. En ese tiempo comenzó su amistad con los hijos de la familía Vogt, el más joven de los cuales, Adoph, con Adolph Reichel, fueron los Únicos que estuvieron treinta y tres años más tarde, nuevamente en Berna, junto a su lecho de muerte. Entonces tuvo lugar también una triste y desgraciada aventura amorosa, que es casi desconocida. Entretanto el puño de la policía suiza intervino en sus relaciones, cuando el consejero de Estado de Zurich, Bluntschlí, hizo publicar su nombre en el informe oficíal que contenía las cartas secuestradas a Weitling (21 de julio de 1843), con lo cual fue puesto en movimiento el aparato ruso de persecuciones, hasta que por fin, en febrero de 1844, Bakunin recibió orden del embajador ruso de regresar de inmediato a Rusia. Prefirió trasladarse a Bruselas.

Allí vio los primeros polacos de la emigración y, como en todas partes, supo encontrar los hombres más distinguidos de los movimientos, y fue aceptado por ellos como una relación ínteresante; conoció de cerca a uno de los polacos más simpátícos de aquella época, el viejo Joaquín Lelewel, y vío así las aspiraciones polacas en su forma más pura, pero también la más consecuente e inalterable -la Polonia histórica de 1772-, que abarca Lituania, la pequeña Rusia y la Rusia Blanca. Frente a ella defendía él, como ruso y como demócrata e internacionalista, el derecho a la autonomía o a la independencia de los paises no polacos dentro de aquellas fronteras históricas, y así ocurrió, inevitablemente, que, en toda su simpatía hacia los polacos, en todos sus esfuersos para producir una cooperación, los polacos lo consideraban siempre como un obstáculo molesto que perturbaba hondamente sus planes, y no respondieron seriamente nunca a su sinceridad y a su solidaridad. Pero como ambas partes se consideraban recíprocamente como un factor revolucionario de un cierto valor, la divergencia fue raramente declarada con franqueza; pero todos los ensayos de acciones comunes. estaban destinados al fracaso. Además ocurría que, como es de comprender, el problema de la liberación y del reparto de la tierra a los campesinos separaba a Bakunin del poderoso partido aristocrático polaco tanto como su extremo clericalismo.

Después de una corta visita a Paris persuadió Bakunín a su amigo Reichel, con el que vivió la mayor parte del tiempo hasta 1847, a dirigirse en julio de 1844 a París, donde ambos se establecieron después. Bakunin concurrió primeramente a los círculos radicales alemanes, al ambiente del semanario Vorwaerts, donde conoció a Marx y a Engels. Existían entonces incómodos conflictos entre Ruge, Marx y Herwegh, hasta que el circulo alemán fue deshecho por las expulsiones y la suspensión del periódico. Bakunin no se interesó muy intensivamente por el movimiento alemán, pero se relacionó con gusto con Herwegh y su mujer, con Karl Voge, con algunos comunistas alemanes, en una palabra, con el círculos de los conocidos suizos de 1843-44. Conoció también socialistas franceses y personalidades políticas y literarias de toda suerte, sin que intimidara particularmente con ninguno de ellos, con excepción de Proudhon, cuyas ideas y personalidad le atrajeron, y el cual también testimoniaba interés hacia Bakunin. Vio al decabrista Nicolás Tursuenief y a muchos visitantes rusos de Paris, polacos, italianos y otros, era una época en que veian la luz pública una enorme cantidad de ideas avanzadas, sin que ninguna de ellas consiguiera ponerse en primera línea, pues parecía que se aspiraba a una última y pura perfección junto al sistema burgués, bajo el cual, sin embargo, se oía rugir la revolución próxima.

Habíamos llegado hasta el punto (hace decir Bakunin a un socialista francés en 1876) de creer firmemente que asistiamos a los últimos días de la vieja civilización y que comenzaría el reino de la igualdad. Muy pocos resistieron el medio en extremo caldeado de París; en general bastaban dos meses de boulevard para transformar un liberal en un socialista ...

A pesar de esa vida agitada e interesante de 1845, 46 y 47, Bakunin no se podía sentir a gusto; estaba más aislado que todos los demás y le faltaba un campo de actividad, un porvenir. Bien consideradas, las tendencias socialistas eran todas muy unilaterales, cada cual era hostil ante las otras y se limitaban, a causa de la ausencia de derecho de coalición y otra libertad pública de movimientos, a la vida artificial en los libros, periódicos y pequeños grUpos. Si se sostiene que Bakunin no se adhirió a ninguna de las tendencias existentes y no había formulado sus ideas, tal vez, definitivamente, porque le faltó para ello un incentivo práctico; por eso quisiera describir sus situaciones de entonces. Es imposible presentar a Bakunin como el discípulo de una determinada tendencia, como fourierista o cabetista o marxista: el único del que podía tomar verdaderos elementos de su socialismo era en aquella época Proudhon. He anotado hace muchos años una advertencia de uno de sus compañeros italianos, a fines de la década 1860-70, según el cual Bakunin le había dicho que al leer un libro de Proudhon había llegado repentinamente a la idea: eso es lo justo ... Puede ser que haya sido así; solamente Proudhon tenía entonces el propósito de dar realmente a la libertad su derecho, de abolir realmente el Estado y de no construirlo en nuevas formas. Con eso se dio la conexión espiritual de ambos hombres, aunque los separase mucho el detalle. De algunos pasajes de sus cartas íntimas a Herwegh se deduce que Bakunin comprendia y compartía las ideas básicas del anarquismo; es una casualidad el que no haya llegado a declararlas públicamente, su voz tan frescamente levantada en 1842 y 1843 había enmudecido en absoluto (aparte de lo referente a los asuntos eslavos), y su trabajo sobre Feuerbach, cuyas ideas quería presentar en idioma francés, no fue realizado o se ha perdido.

En diciembre de 1844 dictó el emperador Nicolás, a propuesta del Senado, un ucase en que se declaraban perdidos todos los derechos civiles y nobiliarios de Bakunin, se confiscaban su posesión en Rusia y se le condenaba a deportación perpetua a Siberia si fuera detenido en Rusia; escribió al respecto una larga carta a la Réforme de París (27 de enero de 1845), que constituye su primera declaración libre sobre Rusia y que contiene ya algún elemento de sus diversos escritos posteriores. Su primera declaración sobre Polonia la contiene su carta a Le Constitutionnel, 19 de marzo de 1846, referente a las persecuciones rusas contra los católicos polacos. Trató (como cuenta en la Confesión de 1851) de entrar en relación conspirativa con la centralización polaca, cuya sede era Versalles, en la cual su objetivo era la revolución rusa y la federación republicana de todos los países eslavos, la fundación de una República eslava, una e indivisible, federativa, desde el punto de vista administrativo, centralista desde el punto de vista político (es decir, la política exterior unitaria); pero no salió nada de las negociaciones, principalmente porque él, aparte de su buena voluntad, no tenía nada que ofrecer a los polacos. Antes del artículo de la Réforme le habian invitado los aristócratas polacos (el príncipe Adam Czartoryski), lo mismo que los demócratas polacos de Londrés, y Mickiewicz trató de atraerlo hacia su círculo eslavo místico-federalista, pero se rehusó. Nuevamente se acercaron a él los jóvenes polacos fugitivos de Cracovia en 1846 y a ese ambiente correspondió la invitación para hablar en el mitin polaco del 29 de noviembre de 1847, en recuerdo de la insurrección de 1830.

Algunos meses antes, en el curso de 1847, había vuelto a ver a Herzen, a Belinski y a otros amigos rusos en Paris, un encuentro personalmente amistoso, aunque éstos estuvieran muy lejos de sus esperas e impulsos de conspiración rusa, de acción revolucionaría. No se sabe si conoció los esfuerzos del grupo de Petrachevsky y Speschneef. Debió comprender, pues, que, en lo que concernía a Rusia, estaba completamente solo.

Leyó el 29 de noviembre el famoso Discurso a los polacos para una reconciliación revolucionaría de los polacos y de los rusos. A pedido del embajador ruso fue expulsado de Francia y se dirigió el 19 de diciembre a Bruselas, donde vio muchos polacos, y también el círculo comunista alemán alrededor de Marx, que le era profundamente antipático. Habló nuevamente en una reunión del 1° de febrero de 1848, abierta por Lesewel para la fraternización de los demócratas polacos y rusos; según la Confesión, habló también del gran porvenir de los eslavos, que estaban llamados, a renovar el mundo accidental; de la destrucción de Austria, etc., etc. (El texto del discurso no fue publicado).

El embajador ruso (cOnde Kisselef) había querido arruinarlo, al mismo tiempo que por la expulsión, por la insinuación de rumores calumniosos de que era verdaderamente un agente ruso que se había excedido, lo que fue hecho saber al Gobierno francés por intermedio de los polacos. Bakunin respondió en una carta abierta al ministro del interior, conde Duchatel (7 de febrero de 1848), paro la calumnia fue propalada después de la revolución de febrero, por la misma fuente, también en círculos democráticos y arrojó una sombra sobre toda su vida en el año próximo, 1848-49, el último período de sus actividades de entonces.

Es innecesario describir la alegría de Bakunin cuando estalló por fin la anhelada revolución. hasta la resignada Confesión de 1851 contiene una descripción entusiasta de la vida y el movimiento del ambiente popular de París, como lo conoció hasta abril, y la Réforme del 13 de marzo contiene un largo artículo suyo que resume sus ideas. Pero percibía más amargamente que nunca la completa ausencia de una revolución rusa, y eso le impulsó a hacer todo lo posible en favor de ella. El poder ruso estaba a diaposición de la contrarrevolución y ésta fue establecida por él en Hungría en 1849. El año 1848 no presentaba improbable un choque de los pueblos rebeldes de Europa con la Rusia de Nicolás I, y los polacos trabajaban en ese sentido. Bakunin deseaba impedir ese choque y las ideas de la federación eslava le parecieron apropiadas; esa federación debía asociar a todos los eslavos, polacos y rusos, bajo el grito de guerra de la liberación de los eslavos mantenidos bajo los Estados prusiano, austro-húngaro y turco. Le faltaban todos los medios efectivos; con mucho esfuerzo, después de dirigirse a Flocon. Louis Blanc. Albert y Ledru-Rollin, recibió 2,000 francos como empréstito, y en todo lo demás quedó a merced de los polacos. Se dirigió a Alemania. adonde le siguió por una parte la mencionada calumnia del embajador ruso, por otra parte la mentira de que quería hacer asesinar al zar, lo que motivó expulsiones y tuvo su intervención en su proceso de Sajonia (1849-50) Y repercutió aun en su destino en Rusia, en 1851.

Su viaje siguió el itinerario de Baden a Francfort y Colonia (donde rompió completamente con Marx a causa de Herwegh), después a Berlín -donde la policía le impidió la continuación del viaje a Posen-, a Leipzig y a Breslau, un punto de reposo, donde encontró a muchos polacos; después al congreso de los eslavos en Praga, donde tomó una activa participación, y al que siguió la semana sangrienta de Pentecostés (junio), una insurrección que no llegó a su completo estallido y a la que él deseó, claro está, dar completa expansión e intensidad. Después regresó a Breslau, luego a Berlín; expulsión de Prusía y de Sajonia; finalmente, en el otoño-invierno, algunos meses de tranquilo y agradable asilo en Koethen (Anhalt), el oásis de entonces de la libertad en Alemania, donde los ministros viejos amigos de Max Stierner y compañia, eran sus compañeros de mesa en el restaurant. Después, cuando la conspiración se hizo más intensiva, se dirigió a Leipzig, una vida clandestina, interrumpida por un viaje más clandestino aún a Praga, y finalmente se presentó en Dresde para estar más cerca de Bohemia. Aqui le sorprendió la revolución de mayo de 1849, a cuya disposición puso toda su energía y cuyo destino compartió hasta que, después de muchas noches sin dormir, agotado mortalmente, es arrestado en Chemnitz, Sajonia, con otros jefes de la revolución en la noche del 9-10 de mayo, hecho que puso un fin a su actividad por muchos años.

Sus ideas de aquel período hay que estudiarlas en algunos documentos del congreso de los eslavos, particularmente los Estatutos de la nueva politica eslava (otoño de 1848) y otras declaraciones de entonces y de más tarde; sus planes son interesantemente relatados ante todo en la Confesión de 1851; además hay que añadir algunas cartas intimas, en particular a Herwegh y su gran escrito de defensa en el proceso de Sajonia, del que sólo conozco fragmento, de una carta a su abogado, pero que se ha conservado, como sus declaraciones en el sumario, y será publicado por otros.

En esos fuentes vemos cómo Bakunin, a quien, ciertamente, en los primeros meses después del 24 de febrero inspiraba el más puro espíritu revolucionario, fue gradualmente absorbido por el nacionalismo, hasta que en los dias de Praga y después, en Breslau, se complace en el más banal odio a los alemanes y, como participa a Nicolás I en la Confesión, se siente impulsado a escribir al zar pidiendo perdón para sus pecados y conjurándole a presentarse como salvador, como padre a la cabeza de los eslavos y a llevarse la bandera eslava hacia la Europa occidental. Su buen azar le preservó de terminar esa carta y la destruyó. Nada le obligaba a mencionar ese hecho desconocido, que por lo demás nada tenia de extraordinario, pues el nacionalismo asocia a las personas de todas las tendencias, y los revolucionarios y el zar estaban aquí en el mismo terreno. El otoño de 1848 produjo en la táctica de Bakunin un cambio completo; desde entonces se pronunció por las luchas comunes de los pueblos, eslavos, maggiares y alemanes, contra sus opresores, los gobiernos. Se esforzó extraordinariamente en procurar una preciosa ayuda en Bohemia mediante una revolución provocada por dos sociedades secretas, una alemana y otra tcheka, dirigidas por él, para la democracia alemana que se preparaba para las luchas de 1848. Pero la democracia alemana sólo dio golpe en Sajonia (mayo de 1849), mientras que la conspiración bohemia, todavía poco extendida, fue obstaculizada, por los arrestos, en toda actividad, lo que no impidió un largo proceso con las más crueles condenas contra muchos jóvenes tchecos y alemanes de Bohemia. En general se puede decir que la actividad de Bakunin en la revolución de 1848 fue desprovista de su eficacia por su intensiva amalgama con el nacionalismo y fue una dicha para él que la revolución de mayo en Dresde, le diera una ocasión tan brillante para una actividad objetivamente revolucionaria, libre de todo nacionalismo.

Siguió para él un año en las prisiones sajonas, en Dresde y en el castillo de Koenigstein, hasta el 13 de junio de 1850, una condena a muerte estoicamente soportada, seguida de conmutación por cadena perpetua; su mentalidad en ese tiempo nos la revelan las cartas del castillo a Adolph y Mathilde Reichel. Luego la extradición a Austria, un año de penosa inquisición y de prisión en Kelten, en Praga y en Olmüts, Mühren, hasta mediados de 1851, su época más triste; luego una nueva condena a muerte con conmutación simultánea, pero también con la extradición a Rusia, donde el destino que se le tenia reservado era por completo incierto. Por consiguiente Bakunin esperaba con espanto ese destino y fue agradablemente influenciado cuando se vio tratado relativamente bien desde el primer momento, como prisionero de Estado de rango, y mantenido en la fortaleza de Pedro y Pablo de San Petersburgo.

Dos meses después, hacia agosto de 1851 por tanto, envió el zar al conde Orlov hacia él para pedirle la Confesión que se hizo ahora conocida (1921), y que Bakunin escribió realmente. El largo escrito no cambió nada su destino, y Alejandro II observó justamente que no encontraba en él ningún arrepentimiento. Cada cual está libre de criticar la forma de ese escrito, pero su texto no contiene nada comprometedor para una persona o cosa, sino al contrario toda suerte de cosas interesantes para los biógrafos y observadores de Bakunin. Todo lo que parece desagradable es producto de la psicosis nacionalista de que Bakunin padecía fuertemente en aquellos años y de la que están muy pocos completamente libres.

El aislamiento en la fortaleza y desde la guerra de Crimea, en Schlüsselburg, aunque su vida y el trato directo hayan sido soportables, fue un tormento moralmente insufrible y tuvo su efecto físico también, para su cuerpo perdió sus formas juveniles y adoptó las proporciones deformes que prepararon después su prematura muerte. No conozco todavía sus cartas de la prisión, hasta la dirigida en 1857 a Alejandro II; pero no me consideraría llamado, aunque las conociera, a ventilar su contenido. Estaba decidido al sucidio, cuando finalmente su familia consiguió que fuera enviado a Siberia, después que el zar Alejandro II le había arrancado la mencionada carta del 14/27 de febrero de 1857, que contiene una descripción tan conmovedora de los efectos del aislamiento.

Se le dejó pasar un día en Pyramuchino, donde ha visto por última vez a su madre, (muerta en 1864) y a la mayoría de sus hermanos -diecisiete años después de su separación en 1840- y se le llevó a Tomsk, en la Siberia occidental, donde dentro de las limitaciones usuales, podía en realidad moverse libremente.

Se adaptó extraordinariamente a las condiciones siberianas, interesándose en ellas y observando con interés, especialmente la expansión rusa en la Siberia oriental, tras el Amur, hasta el mar; previó luego la independencia siberiana y apoyó los gérmenes de tales ideas en los jóvenes, como Potanin, el viajero que en 1865 fue realmente persegido en el proceso de Omsk a causa de aspiraciones separatistas. Conoció muchos desterrados polacos, a quienes intentó hacerles comprender la necesidad de la reconciliación de los pueblos de Rusía y Polonia. Dando lecciones de francés en casa de la familia polaca Kwiatkowski, conoció a la hija de éstos, Antonia, que en 1858 se hizo su mujer. Tampoco faltaron recuerdos de los decabristas y de Petraschwsky (de este último por Emmanuel Toll), aunque más tarde entre él y Petraschwsky mismo se produjo una completa oposición. El gobernador general de la Siberia oriental, Muravief-Amurski, al cual y en especial a su padre conoció muy bien en 1833, un pariente de su madre, lo visitó. Su deseo era ser trasladado a la Siberia oriental, lo que le fue finalmente permitido y en marzo de 1859 llegó a Irscutsk.

En el curso de 1859 viajó para una compañía comercial en el amplio Oeste, pero todas esas ocupaciones eran sólo temporales, pues esperaba, o bien la amnistía completa por medio de Muravief, y la vuelta a Rusia o una fuga no del todo imposible. Halló en Muravief un hombre violento tras su nimiedad burocrática, con el cual le unió el nacionalismo y el odio a los alemanes, de manera que pasó por alto sus partes sombrias. Su correspondencia reemprendida en 1860 con Herzen, cuyo Kolokol estaba entonces en el cenit de su influencia, contienen ditirambos sobre Muravief, que aclara la psicosis nacionalista elevada del ambiente expansionista y predominante del dominador y del explotador de Siberia, no de la víctima.

Por fin abandonó Muravief a Siberia sin que hubiera podido hacer nada decisivo por Bakunin, y eso libró a éste de toda consideración, lo que tal vez le movió a no fugarse en presencia de su pariente. Dejó Irkutsk el 5/17 de junio de 1861, bajó por el Amur, supo penetrar en un barco americano, que significaba la acción decisiva y se dirigió después por varios puertos japoneses a San Francisco, Panamá, New York y Londres, donde llegó el 27 de diciembre a casa de Herzen y de Ogaref, siendo fraternalmente recibido. En Yokohama había encontrado un combatiente de Drede, en América encontró numerosos luchadores de 1848, desde San Francisco anunció a Herzen la continuación de sus aspiraciones de 1848, de federación eslava, en una palabra, se puso desde la primera hora, con completa vitalidad, a proseguir su actividad interrumpida en 1849, en el sentido de la revolución campesina rusa, de la guerra nacional eslava y de las aspiraciones federativas. Italia, 1859, así como Garibaldi le parecieron indicar el camino; el flujo había terminado, el reflujo comenzaba de nuevo, el hielo se deshacía, eso creía verlo a través de muchos síntomas y estaba dispuesto, como en 1848, a echar manos a la obra. Su socialismo dormitaba hondamente bajo la psicosis nacionalista.

Se conoce todo esto por su primer Carta abierta a los amigos rusos, polacos y a todos los amigos eslavos (15 de febrero de 1862), por su folleto: Narodnoe Delo. Romanof, Pugatchef illi Pestel? (Londres, 1862) y por escritos menores, por la descripción de Herzen en los escritos póstumos y por las propias cartas de Bakunin en 1862, de las cuales apareció un número en Byloe (Petersburgo). Sólo que esta vez Bakunin no estaba tan solo como en 1848; habia en Rusia importantes y serios movimientos públicos (Tchernichwsky y la juventud), organizaciones secretas de magnitud desconocida y variable (Zemlya i Volga) y el gran movimiento liberal (Herzen y Ogaref, los Zemstvos, donde aparecieron algunos hermanos de Bakunin en Tver, etc.), hasta el movimiento de las sectas, desmesuradamente estimado en sus posibilidades revolucionarias, y al que se dedicaban Ogaref y Kelsief; junto a esos movimientos que necesitaban todavía años para alcanzar su desarrollo, apareció repentinamente el movimiento polaco en la forma más aguda de la insurrección y lo complicó todo enormemente; una organización militar rusa (Potebuya) y Bakunin estaban seriamente dispuestos a colaborar con los polacos. Pero existian las viejas escisiones de los polacos, y Bakunin, por ejemplo, tuvo los más recios encuentros polémicos con Mieroslawski.

Basta decir que esa situación, en 1862 y 1863, contuvo innumerables ocasiones para la actividad de Bakunin, que surgieron numerosas complicaciones, que se embrollaron más que se desembrollaron y que, por completo independientemente de la buena voluntad de Bakunin, el efecto de su actividad fue muy insignificante. Conspiró en todas partes, negoció en 1862 en Paris, se dirigió el 21 de febrero de 1863 por Hamburgo y Kopenhage a Stockholmo, donde quedó hasta el otoño y donde le encontró nuevamente su mujer, que había salido de Siberia tras algunos obstáculos. No tuvo mayormente que ver con la expedición polaca de Lapinski, pero habría estado listo para acudir a Rusia si se hubiera señalado en alguna parte el comienzo de un movimiento revolucionario ruso. Como esto no ocurría, hizo todo lo posible en Suecia para influenciar la opinión pública y señaló a Finlandia. Sus discursos y artículos en los grandes diarios atrajeron la atención y fue muy festejado, pero no pudo, sin embargo, realizar la organización bélica que habría ayudado a Polonia.

No perdió nunca su actitud frente a la opinión pública, pero hizo tales experiencias con muchas personas de los movimientos polacos y con las organizaciones secretas rusas tan elusivas que, en el otoño de 1863, se retiró por completo de los movimientos eslavos nacionalistas y tal vez reflexionó profundámente sobre su situación. Es también bastante claro que una actividad ulterior en Londres al lado de Herzen y de Ogaref se habia hecho imposible para él. La Francia bonapartista le habría sido cerrada para una larga residencia, pero un país le ofrecia aún posibilidades -no tenia aún un partido de acción-, ese país era Italia y hacia ella se dirigió a fines de 1863 desde Londres y tras lentos viajes por Bélgica, Francia y Suiza. Desde entonces comienza nuevamente a pertenecer al movimiento internacional.

No me es posible aclarar si ese viaje, en el que vio a Proudhon, a los hermanos Reclus y Vogt, a Garibaldi y a otros, conocidos viejos y nuevos, deba servir ya al propósito de trabar relaciones privadas directas con hombres del movimiento o si debia ser sólo un viaje de salutaciones y de información, que le llevó a su nueva residencia en Florencia, donde pasó la primera mitad de 1864. En agosto de 1864 se dirigió a Londres y a Suecia, y en noviembre volvió por Londres, Bruselas y París; en ese viaje, no aclarado en sus fines, lo visitó Marx en Londres, y vio por última vez a Proudhon en París. Luego permaneció en Florencia. y en el verano de 1865 se dirigió por Nápoles a Sorrento y habitó hasta agosto de 1867 en Nápoles y en los alrededores. La vida en Italia le agradaba, en particular la sencilla vida popular, y vivió después, desde el otoño de 1869 hasta su muerte, en pequeñas ciudades del cantón de Tessino.

Comprendió la derrota de la revolución de la nobleza polaca, pero confió tanto más en una próxima revolución campesina y en la nueva revolución general europea que se preparaba. Se debió ciertamente convencer de dos grandes obstáculos cuando entró particularmente en Italia en comunicación con muchos hombres del partido de acción y con la juventud que les seguía: los movimientos nacionales estaban ligados indisolublemente con los planes de los Estados; Napoleón III estaba especialmente tras todos, y el mundo de ideas de la juventud era limitado desesperadamente por la ideología religiosa de Mazzini y por su pseudosocialismo. Por eso se sintió impulsado a formar, mediante la propaganda íntima, una serie de revolucionarios antiestatales, que pensaran claramente y estuvíeran libertados de los lazos de la religión y de la filosofía religiosa, y a establecer entre ellos un contacto íntimo, que debía hacer posible simultáneamente acciones internacionales, etc. Intentó servirse para ello de la masonería y presentó sus ideas someramente a las logias italianas, pero no tuvo éxito y se puso a trabajar por sí solo y consiguió realmente formar un círculo íntimo de elementos idóneos en una serie de paises, es decir, una llamada sociedad secreta, que fue conocida corrientemente como Fraternité internationale. Fue incansable, personalmente y mediante el cambio de correspondencia, en la obra de la aclaración de las ideas de sus compañeros y del desarraigo de sus múltiples prejuicios nacionales; la mayoría de ellos prestaron preciosos servicios en el movimiento socialista internacional posterior.

Esa actividad naciente fundada en Florencia, si no en el primer viaje o antes, en Londres, implicó la ordenación de la asociación de las ideas antirreligiosas, ateistas y antiestatales, anarquistas de Bakunin y naturalmente la formulación de sus ideas sociales, socialistas y nacionales, federalistas. Esto fue hecho en su vasto programa o proyectos de programa de los grupos íntimos, en largas explicaciones subsiguientes, como la que escribió antes, tal vez, para los masones, en algunos escritos de ocasión y en una amplia y esmerada correspondencia. Aquí estamos en presencia de todas las ideas con que se presentó en 1868 en la Internacional. El movimiento obrero en todo eso es lo menos considerado, porque en 1864 apenas existía y el contacto personal de Bakunin con él, aun en Londres, en 1862 y 1863, fue mínimo y en Italia faltó por completo. La Internacional de la que le habló Marx estaba aún en sus primeros comienzos y los proudhonistas parisienses no eran un factor de acción revolucionarias en el sentido de Bakunin. Ese estado de cosas explica que Bakunin trabajase solo durante años y años y que organízase él mismo un grupo de lucha revolucionaria internacional. Cuando después en septiembre de 1867 la democracia europea formó en el congreso de Ginebra la Ligue de la Paix et de la Liberté, Bakunin consideró esa organización como un cuadro apropiado en que podrían actuar en pro de sus ideas él y sus compañeros de la Fraternité, y difundirlas y en ese sentido expuso sus ideas en los congresos de ginebra y de Berna (1868), escribió una nueva exposición de las mismas (Socialismo, Federalismo y Antiteologismo) y fue muy activo en 1867-68, cuando habitó en Vevey y en Clarens, en el Comité de la Liga. Pero los socialistas burgueses se revelaron inaccesibles a las ideas socialistas, y Bakunin y sus amigos abandonaron la Liga (octubre de 1868) y fundaron la Alianza de la democracia socialista internacional, que deseó ingresar en la Internacional como organización cerrada; dentro de ella habría continuado existiendo naturalmente el viejo grupo secreto: la Fraternité Internationale.

Bajo esas condiciones, que se habían producido por sí mismas, pero que en su verdadera esencia han sido entonces desconocidas e incomprensibles para los no iniciados, incluso Marx, entró Bakunin en el movimiento obrero representado entonces por la Internacional. Esta se había desarrollado sólo teóricamente desde 1864 y en extensión muy lentamente y tan sólo señaló en 1869 un fuerte espíritu revolucionario y un progreso teórico (las huelgas; el congreso de Bruselas). El momento era, pues, muy apropiado y el socialismo fue reavivado de nuevo desde fines de 1868 hasta el verano de 1869 en Ginebra por Bakunin y sus amigos y arrancado temporalmente a los políticos locales -el Jura suizo fue ganado para muchos años para la tendencia antiautoritaria-, el socialismo en Francia es esencialmente fortalecido (especialmente en Lyon, Marsella, etc,) y la Internacional en España es fundada y animada desde el principio por el espíritu anarquista-, la Internacíonal se edificó en Italia sobre los fundamentos echados desde hacía años-, se actuó en Rusia, etc. La Egalité de Ginebra, con muchos artículos de Bakunin, nos señala la naturaleza de esa propaganda, que presenta a las masas de los trabajadores las ideas y fines socialistas más amplios con una precisión y una objetividad maravillosa; al mismo tiempo existía una actividad más íntima tendiente a encontrar, formar y coordinar los elementos capaces de una iniciativa realmente revolucionaria. La Internacional recibió de Bakunin la verdadera vida; reveló ciertamente en Bélgica y en París (Varlin) una vitalidad propia, pero por lo general quedó en el nivel de la mortal moderación, Bakunin y sus compañeros la despertaron primeramente, la Comuna de París hizo el resto.

Poseemos numeroso material documental y recuerdos sobre esos años intenacionales de Bakunin, desde el otoño de 1868 hasta el verano de 1874, igualmente sus noticias diarias para esos dos años que señalan toda la multiplicidad y la intensidad de sus trabajos y una multitud de manuscritos, que tan sólo desde 1895 han sido gradualmente dados a la publicidad. Aquí se puede indicar sólo los asuntos principales sin más explicación, por ejemplo su actividad en Ginebra en la sección de la Alianza, en la redacción de la Egalité, para su propaganda en el Jura en la primavera de 1869 y en el último tiempo de la Comuna de París, 1871, especialmente cuando estaban en preparación los planes de una sublevación comunal en Besancón para apoyarla. Después sus ensayos durante el transcurso de la guerra franco-alemana de 1871 para provocar una acción social revolucionaria en el sur y sureste de Francia que no reconociera el Estado y construyera la libre federación de las comunas, -acción que habria tenido a su lado movimientos en Italia y en España-, un vasto plan en cuya ejecución expuso en vano su persona en Lyon, septiembre de 1870; sin embargo consiguió la manifestación del 29 de septiembre y luego, tras posteriores esfuerzos en Marsella, debió regresar a Locarno.

Los asuntos rusos ligados a Netchaef contituyen por sí todo un capítulo, sobre el cual no se deberia juzgar sin exacto conocimiento del material complejo. Satisfactoria es la propaganda rusa de Zurich, de 1872-73, el famoso verano de 1872, que vio a Bakunin mismo durante largo tiempo en París y diversas veces en el Jura, la imprenta rusa de sus compañeros de Zurich y de Londres, que publicó varios libros importantes, entre ellos su Estatismo y anarquía, qUe desgraciadamamente, como muchos de sus escritos, quedó sin terminar. Cuando Mazzini, el eterno enemigo del socialísmo, condenó la Comuna de París, intervino Bakunin en defensa de ella y de la Internacional en un brillante escrito aparecido en Milán; ese escrito tuvo por consecuencia que numerosos jóvenes italianos entraran en relaciones con él y fundaran secciones internacionales con un núcleo revolucionario íntimo de los compañeros militantes asociados a Bakunin: esa fue la Alianza revolucionaria socialista, el alma más íntima de la Internacional italiana; un núcleo idéntico tenía también la Internacional española, es decir la Alianza, siguiendo los estímulos dados por el compañero intimo de Bakunin, Fanelli, en su viaje de fines de 1868 a Madrid y Barcelona, resuelto por el círculo de Bakunin. Dos veces, en 1870 desde Marsella y en verano de 1873, estuvo Bakunin a punto de dirigirse a España, donde habría encontrado en Barcelona sus más íntimos partidarios, pero las circunstancias lo impidieron. En agosto de 1874 se dirigió finalmente a Italia, donde se había preparado un movimiento insurreccional en diversas localidades; estuvo en Bolonia en la noche del Prati di Caprara; después del fracaso del movimiento consiguió huir a Suiza; ese fue su último viaje revolucionario.

Se sabe suficientemente que toda esa actividad, que tenía por objeto la difusión y la realización revolucionaria de las ideas del anarquismo colectivista, era profundamente odiada por Karl Marx y sus compañeros, pues su aspiración era fundar partidos obreros socialdemócratas o, si se hubiera presentado la ocasión (que ellos mismos no trataban de provocar revolucionariamente), apoderarse de la revolución como dictadores y otorgar el Estado popular autoritario, pues Bakunin y toda otra actividad revolucionaria libertaria contrarrestaban esa aspiración. Ese odio irritado, que asumió formas más repulsivas aún a causa del desconocimiento de la verdadera actividad de Bakunin (en la correspondencia intima de Marx y Engels lo demuestra) que se expresó por la difusión de calumnias y por maniobras administrativas y golpes de mano, pues Marx, por decirlo así, tenía en sus manos en Londres todo el aparato gubernamental de la Internacional; un partido político local ginebrino y toda suerte de agentes, desde N. Utin a P. Lafargue le secundaron en esa labor. El punto culminante de la intriga lo constituyó el congreso de La Haya de la Internacional (septiembre de 1872), cuya mayoría, amasada con toda especie de maniobras, no sólo excluyó a Bakunin de la Internacional, sino que trató de insultarlo personalmente mediante una maquinación infame tramada en primer lugar por Marx. Todos estos sucesos han sido de tal modo investigados en sus detalles y explicados, que ahora es posible pronunciar un fallo decisivo que recae avergonzadoramente sobre Marx y Engels.

Ese comportamiento autoritario, mediante el cual debía ser transformada en la conferencia de Londres de 1871 y en el congreso de La Haya de 1872 la esencía de toda la Internacional, sólo tuvo por consecuencia la agrupación de las secciones y federaciones antiautoritarias, comenzada en respuesta a la circular del Jura de noviembre de 1871, continuada por la declaración de la minoría en el congreso de La Haya y por el congreso de St. Imier (Jura bernés, septiembre de 1872) y concluida por la reorganización de la Internacional en el congreso de septiembre de 1873, mientras que la organización de la tendencia autoritaria fracasó miserablemente. Bakunin vivió esa victoria de la tendencia libertaria, cuyos efectos fueron, es cierto, reducidos temporalmente por la reacción general que siguió a la derrota de la Comuna de Paris, pero creó la conexión espiritual de todos los elementos revolucionarios libertarios, que existe aún y a los cuales pertenece el futuro.

La situación privada de Bakunin fue algo más favorable desde su regreso hasta 1868, gracias a circunstancias especiales; después estuvo ante la pobreza y las preocupaciones, interrumpidas sólo en 1872-1874 por el episodio Cafiero, pero luego atravesó por situaciones opresivas extremas de que sólo se salvó por la muerte. Igualmente su arruinosa salud prematuramente conmovida por la prisión; eso le ocasionó muchos padecimientos y la muerte cuando apenas contaba 62 años. No obstante todo esto, hasta el último año de su vida conservó su espíritu íntegro, sus ideas, deseos y esperanzas.

Desesperadamente enfermo se dirigió en junio de 1876 a Berna y murió atendido por sus amigos alemanes de la juventud, el médico profesor Vogt y el músico Adolph Reichel, el 1° de julio de 1876 en Berna. Sus ideas han permanecido jóvenes, y viven y prosperan hoy más que nunca.

Max Nettlau
Indice de Dios y el Estado de Miguel BakuninNota editorial de Chantal López y Omar Cortés a la edición impresaCapítulo primeroBiblioteca Virtual Antorcha