Parte cincuenta y ocho de El anticristo de Federico Nietzsche. Captura y diseño, Chantal Lopez y Omar Cortes para la Biblioteca Virtual Antorcha
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LVIII

En realidad, el fin por que se miente constituye una diferencia: según que con este fin se quiera conservar o destruir. Se puede instituir una igualdad perfecta entre el cristiano y el anarquista: su objeto, su instinto, tiende solamente a la destrucción. Basta leer la historia para sacar de ella la prueba de esta afirmación: la historia la presenta con terrible claridad. Ya hemos aprendido a conocer un Código religioso que tiene por objeto perpetuar la más alta condición de prosperidad de la vida, esto es, una gran organización de la sociedad; el cristianismo encontró su misión en poner término precisamente a tal organización, porque en ella la vida prosperaba. Con esto, los resultados de la razón durante largas épocas de experiencia y de incertidumbre debían ser empleados para una remota utilidad, y la cosecha debía ser tan grande, tan rica, tan completa como fuera posible: aquí, por el contrario, la cosecha fue envenenada por la noche ... Lo que existía aere perennius, el imperium romanum, la más grandiosa forma de organización en circunstancias difíciles hasta ahora realizada, en comparación con la cual todo lo anterior, todo lo posterior es artificio, chapucería, diletantismo; aquellos santos anarquistas se impusieron el religioso deber de destruirlo, de destruir el mundo, esto es, el imperium romanum, hasta que no quedase piedra sobre piedra, hasta que los germanos y otros rudos campesinos se hicieron dueños de él. El cristiano y el anarquista, ambos decadentes, ambos incapaces de obrar de otro modo que disolviendo, envenenando, entristeciendo, chupando sangre; ambos poseídos del instinto del odio mortal contra todo lo que existe, lo que es grande, lo que dura, lo que promete un porvenir a la vida ... El cristianismo fue el vampiro del imperium romanum; una noche hizo inconsciente la obra enorme de los romanos, la de conquistar el terreno para una gran civilización que tuviera para si el tiempo.

¿No se comprende todavía? El imperium romanum que nosotros conocemos, que la historia de las provincias romanas nos muestra cada vez mejor, esta admirable obra de arte de gran estilo, fue un comienzo, su construcción estaba calculada para demostrar su bondad en miles de años; hasta hoy no se construyó nunca así, ni siquiera se sonó nunca construir en igual medida sub specie aeterni.

Esta organización era bastante sólida para soportar malos emperadores: la calidad de las personas no tiene nada que ver en estas cosas; primer principio de toda gran arquitectura. Pero este principio no fue bastante sólido contra la más corrompida especie de corrupción, contra los cristianos ... Este oculto gusano, que en la noche, y en la niebla de los días oscuros se insinuaba entre todos los individuos y quitaba a cada cual la seriedad para las cosas verdaderas, el instinto en general para la realidad, esta banda vil, afeminada y dulzona, fue poco a poco haciendo extrañas a las almas a aquella prodigiosa construcción, esto es, aquellas naturalezas preciosas, virilmente nobles, que en la causa de Roma vieron su propia causa, su propia seriedad, su propio orgullo. La socarronería de los hipócritas, el secreto de los conventículos, conceptos sombríos como infierno, sacrificio del inocente, unio mistica al beber la sangre, sobre todo el fuego de la venganza lentamente avivado, de la venganza del chandala; esto venció a Roma, la misma especie de religión a la cual, en la forma en que preexistió, ya Epicuro le había declarado la guerra. Léase a Lucrecio para comprender qué fue lo que Epicuro combatió; no fue el paganismo, sino el cristianismo, o sea la corrupción de las almas por obra del concepto de culpa, de castigo y de inmortalidad. Combatió los cultos subterráneos, todo el cristianismo latente; negar la inmortalidad fue ya una verdadera liberación. Y Epicuro hubiera vencido, todo espíritu culto era epicúreo en el imperio romano, entonces apareció Pablo ... Pablo, el odio contra el mundo, el hebreo, el hebreo errante por excelencia ... Comprendió que con el pequeño movimiento sectario cristiano, se podría, fuera del cristianismo, provocar un incendio mortal, como con el símbolo de Dios en la Cruz se podría reunir, para hacer con ello un poder enorme, todo lo que estaba abajo y tenía secretas intenciones de revuelta, todo el conjunto de movimientos anárquicos en el imperio. La salvación viene de los judíos. El cristianismo fue una fórmula para superar y sumar los cultos subterráneos de todas clases, el de Osiris, el de la Gran Madre, el de Mitra, por ejemplo; en esta visión consistió el genio de Pablo. En este punto su instinto fue tan seguro que puso en labios, y no sólo en labios del Salvador, las ideas con que seducían las religiones de los chandalas, haciendo descarada violencia a la verdad; y en hacer del Salvador una cosa que pudiera comprenderla también un sacerdote de Mitra. Este fue su camino de Damasco: comprendió que tenía necesidad de la creencia en la inmortalidad para desacreditar el mundo, y que el concepto de infierno no podía hacerse señora de Roma, que con el más allá se destruye la vida .. Nihilista y cristiano son cosas que van de acuerdo ...

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