Parte treinta y tres de El anticristo de Federico Nietzsche. Captura y diseño, Chantal Lopez y Omar Cortes para la Biblioteca Virtual Antorcha
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XXXIII

En toda la sicología del Evangelio falta el concepto de culpa y castigo y asimismo el de recompensa. El pecado, cualquier relación de distancia entre Dios y el hombre, es abolido: precisamente ésta es la buena nueva. La felicidad no es prometida, no está sujeta a condiciones, es la única realidad; lo demás son signos que sirven para hablar de ella ...

La consecuencia de tal estado de ánimo se proyecta en una nueva práctica, en la verdadera práctica evangélica. Lo que distingue al cristiano no es una fe: el cristiano obra, se distingue, por otro modo de obrar. Se distingue en que no ofrece resistencia, ni con sus palabras ni con su corazón, a quien le hace daño; no hace diferencia entre extranjero y conciudadano, entre hebreos y no hebreos (el prójimo es realmente el compañero de fe, el hebreo); el que no se encoleriza contra nadie ni desprecia a nadie; el que no se deja ver en los tribunales ni reclama cosa alguna (no jurar ); el que en ningún caso, ni siquiera cuando está demostrada la infidelidad de la mujer, se separa de su mujer. Todo esto en el fondo es un solo principio, es consecuencia de un solo instinto.

La vida del redentor no fue otra cosa que esta práctica, su misma muerte no fue nada más ... No tenía ya necesidad de formulas ni de ritos en sus relaciones para con Dios, ni siquiera de la oración. (Quiso prescindir de toda la doctrina judaica, de la penitencia y de la reconciliación: sabe que únicamente la práctica de la vida es la que hace que el hombre se sienta divino, bienaventurado, evangélico, en todo tiempo hijo de Dios. No penitencia, no la oración para obtener el perdón son las vías que conducen a Dios: únicamente la práctica evangélica conduce a Dios, ¡ella es precisamente Dios!

Lo que suprimió el evangelio fue el judaísmo de las ideas de pecado, perdón de pecado, fe, salvación mediante la fe; toda la doctrina eclesiástica judía fue negada en la buena nueva.

El profundo instinto del modo como se debe vivir para sentirse en el cielo, para sentirse eterno, mientras que con toda otra actitud no se siente uno en el cielo: ésta únicamente es la realidad psicológica de la redención. Una nueva conducta, no una nueva fe ...

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