Parte veintinueve de El anticristo de Federico Nietzsche. Captura y diseño, Chantal Lopez y Omar Cortes para la Biblioteca Virtual Antorcha
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XXIX

Lo que a mi me importa es el tipo psicológico del redentor. Éste podría estar contenido en los Evangelios a despecho de los Evangelios, por cuanto éstos son mutilados o sobrecargados de rasgos extraños: como el tipo de Francisco de Asís está contenido en sus leyendas a despecho de sus leyendas. No se trata de la verdad sobre aquello que él ha hecho o dicho, sobre el modo como murió realmente, sino del problema de si su tipo puede ser en general representado aún, si es tradicional.

Las tentativas que yo conozco de leer en los Evangelios hasta la historia de un alma, me parecen pruebas de una ligereza psicológica abominable. El señor Renan, este payaso in psicologisis, ha adoptado para su explicación del tipo de Jesús las dos ideas más inadecuadas que a este propósito se pudieran imaginar: la idea de genio y la idea de héroe (heros). Pero si hay una idea poco evangélica, es la idea de héroe. Aquí se ha convertido en instinto precisamente lo contrario de toda lucha; de todo sentimiento de lucha: aquí, la incapacidad de resistir se hace moral (no resistir al mal es la más profunda palabra del Evangelio, en cierto sentido es su clave), la beatitud está en la paz, en la dulzura del ánimo, en la imposibilidad de ser enemigos. ¿Qué significa la buena nueva? Significa que se ha hallado la verdadera vida, la vida eterna, no en una promesa, sino que ya existe, está en nosotros; como un vivir en el amor, en el amor sin detracción o exclusión, sin distancia. Cada uno de nosotros es hijo de Dios ...; Jesús no pretende absolutamente nada por si solo; cada uno de nosotros es igual a otro como hijo de Dios ...

¡Hacer de Jesús un héroe! ... ¡Y qué error la palabra genio! Todo nuestro concepto, todo concepto de espíritu propio de nuestra cultura carece de sentido en el mundo en que vive Jesús. Para hablar con el rigor del fisiólogo, aquí estaría en su puesto otra palabra ... Nosotros conocemos un estado de morbosa excitabilidad del sentido del tacto, que retrocede ante todo contacto, ante la idea de apresar cualquier objeto sólido. Transportemos a su última lógica semejante habitus fisiológico, como odio instintivo de toda realidad, como una fuga a lo intangible, a lo incomprensible, como repugnancia a toda fórmula, a toda noción de tiempo y de espacio, a todo lo que es fijo, costumbre, institución, Iglesia; como un habitar en un mundo no tocado de ninguna especie de realidad, en un mundo simplemente interior, verdadero, eterno ... El reino de Dios está en vosotros ...

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