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DECRETO DE ACEPTACIÓN A EXCARRANCISTAS

Emiliano Zapata, General en Jefe del Ejército libertador, a los habitantes de la República hago saber:

Considerando que la traición cometida por Carranza contra la causa revolucionaria, ha quedado de tal manera al descubierto, que hasta sus mismos partidarios han tenido que reconocer su falsía; por lo que en diversos lugares del país se han estado sucediendo sublevaciones y levantamientos contra el llamado gobierno carrancista.

Considerando que la habilidad de Carranza para mantener en el engaño a sus simpatizadores, fue excesiva y llevada a un extremo tal, que produjo una honda y lamentable división entre los revolucionarios de la República; parte de los cuales se mantuvieron al lado de ese hombre nefasto, en tanto que los otros hemos estado luchando por su derrocamiento.

Considerando que hay que tener en cuenta estas circunstancias para comprender que muchos de los partidarios de Carranza, han sido víctimas de la perfidia de éste; razón por la cual debe considerárseles como revolucionarios equivocados, que tienen derecho a reconocer su error y a ser admitidos nuevamente en las filas de la revolución, de la que temporalmente se alejaron.

Considerando que las numerosas y recientes gestiones hechas ante este Cuartel General, por diversos jefes y oficiales pertenecientes al ejército, están expresando a las claras que el deseo de la unificación es general y unánime entre los revolucionarios de todos los matices; como que ese anhelo ha llegado a convertirse en una necesidad nacional, en una aspiración profundamente sentida por todo el pueblo mexicano.

Considerando que en este punto como en los demás, el instinto popular tiene razón; pues nadie duda que es un deber procurar, por todos los medios honrados, la pronta terminación de la presente lucha armada, en bien de la República entera, cuyos hijos y cuyos intereses han sido profundamente lesionados por una guerra tan prolongada como sangrienta.

Considerando que la necesidad del restablecimiento del orden por medio del triunfo revolucionario, se deja también sentir por causa de poderosos e ingentes motivos de orden internacional; pues a nadie se escapa que la prolongación de nuestras contiendas intestinas, estimula y favorece las ambiciones de los capitalistas extranjeros, pues sólo esperan una oportunidad para empujar a sus gobiernos a que se arrojen sobre nosotros, aprovechándose de nuestra discordia y de nuestro agotamiento.

Considerando que por todas estas razones, y por otras muchas más, de orden económico y financiero, es preciso llegar cuanto antes al anhelado fin de la unificación revolucionaria, para lo cual es preciso adoptar sin vacilaciones, una franca y honrada política de atracción, de fraternidad y de concordia, que reúna en un solo núcleo a todos los revolucionarios de buena fe, que sinceramente deseen el bienestar y progreso de la República.

Considerando que por otra parte, este acercamiento y esta fraternización de todos los verdaderos revolucionarios, son cada vez más urgentes para desbaratar los planes e intrigas de la reacción en cuyo interés está que permanezcamos divididos y en pugna perpetua los unos contra los otros.

Considerando que en estas condiciones y habiendo ya empezado el derrumbamiento del carrancismo, se hace preciso preparar el advenimiento de un nuevo orden de cosas, ampliamente liberal y generoso, sin exclusivismos, sin rencores, sin resentimientos, basado en el mutuo y recfproco olvido de todas las diferencias que en lo pasado hayan dividido a los revolucionarios.

Por estas diversas consideraciones, he creído necesario expedir el decreto que sigue:

Art1culo primero. El Ejército libertador, declara que aceptará en sus filas como compañeros de armas y reconociéndoles sus grados respectivos, a todos los jefes, oficiales y soldados pertenecientes al ejército carrancista, que estén dispuestos a volver al seno de la revolución.

Artículo segundo. Con este carácter de compañeros y sobre la base del total olvido de lo pasado, serán admitidos, tanto los militares que desde un principio han servido al carrancismo, como los que por cualquiera circunstancia se hayan pasado a sus filas, en época remota o reciente, y hayan reconocido a la fecha su error.

Artículo tercero. La revolución otorgará también amplias garantías y aceptará como colaboradores, a los revolucionarios civiles que se hallen comprendidos en los casos que para los militares prevé el artículo anterior, y que deseen prestar sus servicios a la causa que defendemos.

Artículo cuarto. Quedan expresamente derogadas todas las disposiciones anteriores que se opongan al presente decreto.

Por lo tanto mando se imprima, publique, circule y se le dé el debido cumplimiento.

Reforma, Libertad, Justicia y Ley.

Cuartel General en Tlaltizapán, Morelos, a 24 de marzo de 1918.

El General en Jefe del Ejército libertador,
Emiliano Zapata

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