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Monsieur Scheurer Kestner

Este artículo apareció en Le Figaro el 25 de noviembre de 1897.

En 1894, en el momento en que se inició el caso Dreyfus, yo estaba en Roma, y no regresé a Francia hasta el 15 de diciembre de ese año. Como es natural, apenas leía periódicos franceses. Eso explica mi ignorancia y cierta indiferencia que durante mucho tiempo me inspiró este caso. Hasta noviembre de 1897, al regresar del campo, no comencé a apasionarme, y ello debido a unas circunstancias que me permitieron conocer los hechos y algunos documentos posteriormente publicados que bastaron para que mi convicción se volviera absoluta a inquebrantable.

Se observará, no obstante, que, en primer lugar, el profesional, el novelista, se sintió sobre todo seducido, exaltado, por el drama. Y que la piedad, la fe, el anhelo de verdad y de justicia, vinieron después.


(...) El proyecto de Monsieur Scheurer Kestner, al tiempo que cumplía su misión, era desaparecer. Había resuelto decir al Gobierno: Esto es lo que hay. Tomen cartas en el asunto, atribúyanse el mérito de ser justos enmendando un error. Todo acto de justicia conlleva al final un triunfo. Ciertas circunstancias, a las que no quiero referirme, hicieron que no se le escuchase.

A partir de ese momento, comenzó para él el calvario que padece desde hace semanas. (...)

Imagino que en el altivo silencio de Monsieur Scheurer Kestner subyace también el deseo de confiar en que cada cual hará su examen de conciencia antes de actuar. Cuando habló de ese deber que, incluso al ver arruinadas su elevada posición, su fortuna y su felicidad, le exigia hacer resplandecer la verdad tan pronto la supo, pronunció esta admirable frase: Si no, no hubiera podido vivir. Pues bien, eso han de decirse todas las personas honradas que se han visto involucradas en este caso: que no podrían vivir si no hicieran justicia.

Y si las razones políticas provocaran un retraso de la justicia, sería un nuevo error que no haría más que entorpecer el inevitable desenlace, agravándolo aún más.

La verdad está en marcha y nada la detendrá.

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